Sinfonía Número 1 en Fa menor, Opus 10
La Primera Sinfonía fue compuesta en 1925. Nikolai Malko dirigió el estreno con la Orquesta Filar
mónica de Leningrado el 12 de mayo de 1926.
El compositor Alexander Glazunov, director del Conservatorio de Leningrado, reconoció el enorme talento del muchacho de 13 años que hizo una prueba ante él en 1919. Glazunov aceptó al joven Shos
takovich y recomendó que estudiara piano y composición. Durante los sis años siguientes el joven se destacó en ambas áreas. Para su recital de graduación interpretó una de las más desafiantes sonatas de Beethoven, la Opus 106 . Bajo la tutela de Maximilian Steinberg, Shostakovich estudió armonía, con
trapunto, fuga y orquestación. En sus últimos años de Conservatorio, se le permitió componer obras originales, una de las cuales fue su proyecto mayor-la Primera Sinfonía.
Cuando la sinfonía se estrenó al año siguiente, produjo un impacto tremendo. De la noche a la maña
na el joven compositor se convirtió en una celebridad a nivel nacional. La pieza se tocó en Leningra
do y se retransmitió por radio desde Moscú. Al año siguiente se hicieron de ella varias presentaciones en otros países.
Antes de esta reciente fama, la vida de Shostakovich había sido difícil. La pobreza afectaba a la mayor
parte de los rusos en los primeros años del régimen soviético y la familia del compositor no era una excepción. Su padre murió mientras
Shostakovich iba a la escuela. A pesar de las exigencias de sus estudios, se vio obligado a ganar dinero tocando el piano en un teatro donde se daban películas llamado el Rollo Brillante. "Mis recuerdos del
Rollo Brillante no son de lo más placentero. Tenía 17 años y mi trabajo consistía en proporcionar acompañamiento musical a las pasiones humanas de la pantalla. Era desagradable y cansador. Mucho trabajo y poca paga."
A Shostakovich le disgustaba particularmente su jefe, Alan Akim Lvovich Volynsky. Este no sólo era
propietario del teatro sino también director de una Escuela de Ballet. Todos los días iba a su escuela
" y miraba a las muchachas con satisfacción. Era el pequeño harén de Volynsky. Por entonces tenía al
rededor de 60 años. Era un hombre de baja estatura, con una gran cabeza y cara de ciruela...Entre los paréntesis, hacía buena publicidad de su harén. Publicó Un libro de Regocijo, con el título impreso en letras mayúsculas. Y en cuanto al regocijo, Volynsky vaticinaba fama mundial para sus protegidas.Na
da resultó de ello. El patronazgo de Volynsky no era suficiente; se necesitaba también talento."
Después de trabajar en el teatro durante un mes, Shostakovich fue a ver a Volynsky para cobrar su sa
lario.
Me preguntó:" Joven, ¿Ama usted el Arte?¿El arte grande, sublime e inmortal?" Me sentí incómodo y respondí que así era, en efecto. Fue un error fatal, porque entonces Volynsky lo expresó de este modo:
"Si ama el Arte, Joven, entonces¿cómo puede hablarme de sucio lucro?" Me endilgó un bello discur
so, en sí mismo un ejemplo de elevado arte. Fue apasionado, inspirado, un discurso sobre el gran arte inmortal y su clave era que yo no debía pedirle a Volynsky mi paga. Al hacerlo manchaba el arte, ex
plicó, reduciéndolo a un nivel de crudeza, avaricia y codicia. El arte estaba en peligro. Podría perecer si yo presionaba mediante exigencias excesivas.
Shostakovich mantuvo su posición y exigió su dinero." Para entonces odiaba el Arte. Me enfermaba.
Necesitábamos el dinero desesperadamente. Había trabajado duramente y ahora no querían pagarme ese trabajo. Tenía 17 años, pero sabía que me estaban estafando...¿Había trabajado tan esforzadamente nada
más que para sostener el harén de Volynsky?"
El compositor finalmente convenció a Volynsky de que le pagara parte de lo que le debía, pero tuvo que suplicar por el resto. Una vez que la Primera Sinfonía lo catapultó a la fama, Shostakovich felizmente
dejó su trabajo en el Rollo Brillante.
Volynsky murió pocos meses más tarde, pero el compositor pudo vengarse. Se había planeado una vela da conmemorativa para honrar al maestro de ballet fallecido. Como se sabia que Shostakovich había es
tado relacionado con Volynsky en el Rollo Brillante, se le pidió al ahora famoso compositor que com
partiera sus recuerdos del "gran" hombre.
Al principio me enfadé. Pero luego lo pensé y y decidí. ¿Por qué no? ¿Por qué no habrían de aparecer
mis recuerdos? Tenía una historia para contar y fui...Naturalmente, mi actuación desentonó con la delos demás oradores. Ellos recordaron, primordialmente, que exaltado personaje había sido Akim Lvovich. Y aquí estaba yo, con mi crudo materialismo, hablando de morativas. Y si uno lo hacía, era sólo para recordar a los presentes cuan desinteresado había sido el querido fallecido...Compartí mis recuerdos.
El público se alborotó y yo pensé, aunque me saquen del escenario a la rastra, terminaré mi historia. Y lo hice.
Este joven sin pelos en la lengua de esta historia se parece más a su compatriota de más edad, Sergei
Prokofiev, que al tímido y callado Shostakovich de los últimos años. La Primera Sinfonía, que debe no poco a alguna de las primeras obras de Prokofiev, parece reflejar esta misma personalidad impetuosa.
Consideremos, por ejemplo, el humorístico dúo de la trompeta y el fagot de la apertura, o la singular
respuesta en el solo de clarinete. La música sigue iniciándose y deteniéndose, hasta que finalmente, se
logra un grado de continuidad en el allegro. Pero la música todavía es desigual, con muchos giros ines
perados. La continuidad llega finalmente con el segundo tema lírico, que se escucha primero en la flau
ta y luego en el clarinete. Como esta melodía se desarrolla inmediatamente y de modo contrapuntístico, sabemos que la música se ha establecido al menos temporalmente.
La energía juvenil regresa en la sección de desarrollo, cuando un interesante pasaje para solo de cuer
das se convierte inesperadamente en una marcha demoniaca. De nuevo, el movimiento nos exaspera
con fragmentos.
El segundo movimiento comienza con una de las típicas melodías de scherzo de Shostakovich. Hay mayor continuidad aquí qu en el primer movimiento, a pesar del humor seco de la melodía. Esta mú
sica se interrumpe para dar paso a un tema más lento, más lírico y casi oriental. Hay una transición excitante, que se presenta en el piano, y lleva de vuelta al escherzo. Luego las dos melodías se tocan
simultáneamente, a pesar de que una es en compás de 4/4 y la otra en compás de 3/8. La coda que con
trasta es anunciada por tres acordes masivos de piano.
Cuando el tercer movimiento resulta ser lento y lírico, comprendemos el modo en el que la sinfonía se ha alejado por etapas de sus discontinuidades originales. La música crece en intensidad y seriedad. su centro emocional-en efecto, el corazón de toda obra- es un solo largo y alto de violín.
Con sus frecuentes cambios de tiempo, el final nos devuelve a una cierta singularidad propia del pri
mer movimiento. Después de la apasionada añoranza de la introducción lenta, los clarinetes anun
cian el allegro. A ninguna sección se le permite continuar mucho tiempo sin que hay un contraste im
portante. Para el momento en que escuchamos el final de tipo marcha, el movimiento ha generado una energía nerviosa considerable.
Shostakovich no estaba satisfecho con la Primera Sinfonía. A medida que se involucraba en la experi
mentación artística abierta, llegó a sentir que la pieza era demasiado tradicional. Su Segunda Sinfonía
es una obra absolutamente modernista y la ópera La Nariz, de 1915, desdeña a cada paso las conven
ciones operísticas. Pero es la Primera Sinfonía, no estos experimentos de vanguardia, lo que ha perdu
rado. Durante mucho tiempo se creyó que los soviéticos habían eliminado las obras radicales de la ju
ventud de Shostakovich. Pero ahora, incluso después de disponer de las Sinfonías Segunda y Tercera y de La Nariz, la mayor parte del público y de los músicos todavía prefieren el vigor juvenil de la Pri
mera Sinfonía. Foto subida de Internet.
De mi libro "Invitación a la Música" de Jonathan Kramer.
Rollo Brillante no son de lo más placentero. Tenía 17 años y mi trabajo consistía en proporcionar acompañamiento musical a las pasiones humanas de la pantalla. Era desagradable y cansador. Mucho trabajo y poca paga."
A Shostakovich le disgustaba particularmente su jefe, Alan Akim Lvovich Volynsky. Este no sólo era
propietario del teatro sino también director de una Escuela de Ballet. Todos los días iba a su escuela
" y miraba a las muchachas con satisfacción. Era el pequeño harén de Volynsky. Por entonces tenía al
rededor de 60 años. Era un hombre de baja estatura, con una gran cabeza y cara de ciruela...Entre los paréntesis, hacía buena publicidad de su harén. Publicó Un libro de Regocijo, con el título impreso en letras mayúsculas. Y en cuanto al regocijo, Volynsky vaticinaba fama mundial para sus protegidas.Na
da resultó de ello. El patronazgo de Volynsky no era suficiente; se necesitaba también talento."
Después de trabajar en el teatro durante un mes, Shostakovich fue a ver a Volynsky para cobrar su sa
lario.
Me preguntó:" Joven, ¿Ama usted el Arte?¿El arte grande, sublime e inmortal?" Me sentí incómodo y respondí que así era, en efecto. Fue un error fatal, porque entonces Volynsky lo expresó de este modo:
"Si ama el Arte, Joven, entonces¿cómo puede hablarme de sucio lucro?" Me endilgó un bello discur
so, en sí mismo un ejemplo de elevado arte. Fue apasionado, inspirado, un discurso sobre el gran arte inmortal y su clave era que yo no debía pedirle a Volynsky mi paga. Al hacerlo manchaba el arte, ex
plicó, reduciéndolo a un nivel de crudeza, avaricia y codicia. El arte estaba en peligro. Podría perecer si yo presionaba mediante exigencias excesivas.
Shostakovich mantuvo su posición y exigió su dinero." Para entonces odiaba el Arte. Me enfermaba.
Necesitábamos el dinero desesperadamente. Había trabajado duramente y ahora no querían pagarme ese trabajo. Tenía 17 años, pero sabía que me estaban estafando...¿Había trabajado tan esforzadamente nada
más que para sostener el harén de Volynsky?"
El compositor finalmente convenció a Volynsky de que le pagara parte de lo que le debía, pero tuvo que suplicar por el resto. Una vez que la Primera Sinfonía lo catapultó a la fama, Shostakovich felizmente
dejó su trabajo en el Rollo Brillante.
Volynsky murió pocos meses más tarde, pero el compositor pudo vengarse. Se había planeado una vela da conmemorativa para honrar al maestro de ballet fallecido. Como se sabia que Shostakovich había es
tado relacionado con Volynsky en el Rollo Brillante, se le pidió al ahora famoso compositor que com
partiera sus recuerdos del "gran" hombre.
Al principio me enfadé. Pero luego lo pensé y y decidí. ¿Por qué no? ¿Por qué no habrían de aparecer
mis recuerdos? Tenía una historia para contar y fui...Naturalmente, mi actuación desentonó con la delos demás oradores. Ellos recordaron, primordialmente, que exaltado personaje había sido Akim Lvovich. Y aquí estaba yo, con mi crudo materialismo, hablando de morativas. Y si uno lo hacía, era sólo para recordar a los presentes cuan desinteresado había sido el querido fallecido...Compartí mis recuerdos.
El público se alborotó y yo pensé, aunque me saquen del escenario a la rastra, terminaré mi historia. Y lo hice.
Este joven sin pelos en la lengua de esta historia se parece más a su compatriota de más edad, Sergei
Prokofiev, que al tímido y callado Shostakovich de los últimos años. La Primera Sinfonía, que debe no poco a alguna de las primeras obras de Prokofiev, parece reflejar esta misma personalidad impetuosa.
Consideremos, por ejemplo, el humorístico dúo de la trompeta y el fagot de la apertura, o la singular
respuesta en el solo de clarinete. La música sigue iniciándose y deteniéndose, hasta que finalmente, se
logra un grado de continuidad en el allegro. Pero la música todavía es desigual, con muchos giros ines
perados. La continuidad llega finalmente con el segundo tema lírico, que se escucha primero en la flau
ta y luego en el clarinete. Como esta melodía se desarrolla inmediatamente y de modo contrapuntístico, sabemos que la música se ha establecido al menos temporalmente.
La energía juvenil regresa en la sección de desarrollo, cuando un interesante pasaje para solo de cuer
das se convierte inesperadamente en una marcha demoniaca. De nuevo, el movimiento nos exaspera
con fragmentos.
El segundo movimiento comienza con una de las típicas melodías de scherzo de Shostakovich. Hay mayor continuidad aquí qu en el primer movimiento, a pesar del humor seco de la melodía. Esta mú
sica se interrumpe para dar paso a un tema más lento, más lírico y casi oriental. Hay una transición excitante, que se presenta en el piano, y lleva de vuelta al escherzo. Luego las dos melodías se tocan
simultáneamente, a pesar de que una es en compás de 4/4 y la otra en compás de 3/8. La coda que con
trasta es anunciada por tres acordes masivos de piano.
Cuando el tercer movimiento resulta ser lento y lírico, comprendemos el modo en el que la sinfonía se ha alejado por etapas de sus discontinuidades originales. La música crece en intensidad y seriedad. su centro emocional-en efecto, el corazón de toda obra- es un solo largo y alto de violín.
Con sus frecuentes cambios de tiempo, el final nos devuelve a una cierta singularidad propia del pri
mer movimiento. Después de la apasionada añoranza de la introducción lenta, los clarinetes anun
cian el allegro. A ninguna sección se le permite continuar mucho tiempo sin que hay un contraste im
portante. Para el momento en que escuchamos el final de tipo marcha, el movimiento ha generado una energía nerviosa considerable.
Shostakovich no estaba satisfecho con la Primera Sinfonía. A medida que se involucraba en la experi
mentación artística abierta, llegó a sentir que la pieza era demasiado tradicional. Su Segunda Sinfonía
es una obra absolutamente modernista y la ópera La Nariz, de 1915, desdeña a cada paso las conven
ciones operísticas. Pero es la Primera Sinfonía, no estos experimentos de vanguardia, lo que ha perdu
rado. Durante mucho tiempo se creyó que los soviéticos habían eliminado las obras radicales de la ju
ventud de Shostakovich. Pero ahora, incluso después de disponer de las Sinfonías Segunda y Tercera y de La Nariz, la mayor parte del público y de los músicos todavía prefieren el vigor juvenil de la Pri
mera Sinfonía. Foto subida de Internet.
De mi libro "Invitación a la Música" de Jonathan Kramer.