Sinfonía Número 9 en Mi menor, Opus 95, Del Nuevo Mundo
La Sinfonía Del Nuevo Mundo fue compuesta en Nueva York entre el 19 de diciembre de 1892 y el 24 de marzo de 1893. Anton Seidl dirigió el estreno, el 16 de diciembre de 1893m con la Orquesta Filarmó
nica de Nueva York.
Jeanette M. Thurber, esposa de un rico propietario de almacenes mayoristas de Nueva York, tenía un sueño. Deseaba fomentar la existencia de un estilo norteamericano para la composición de la música. Su primer paso fue fundar el Conservatorio Nacional de Música en 1885. En un principio la escuela no logró atraer ni mucha atención ni muchos estudiantes de talento. La señora Thurber, sintiendo que se re
quería una iniciativa de importancia para llevar a cabo su sueño, decidió nombrar como docente de Con
servatorio a uno de los gran des compositores del mundo. Como Antonín Dvorak era considerado por muchos como el segundo después de Brahms, entre los compositores vivos, la señora Thurber le invitó a convertirse en director de escuela. Al principio él mostró poco interés, pero las garantías repetidas en el sentido de que su música era conocida y respetada en América empezaron a influir sobre él para que cambiara de opinión, tal como también lo hizo un contrato sumamente atractivo. Se le ofreció un com
promiso de dos años, con sólo ocho meses al año de obligaciones oficiales(administración, dirección or
questal y enseñanza). Los restantes cuatro meses consistían en vacaciones pagadas. Su dirección orques
tal debía incluir varias de sus propias obras en cada temporada. La oferta financiera era difícil de recha
zar. ¡15.000 dólares al año. !Que era 25 veces el salario que estaba ganando en el Conservatorio de Pra
ga!. Aceptó. Partió rumbo a Nueva York con su esposa y dos de sus cuatro hijos en septiembre de 1892
Aparte de algunos ataques de nostalgia de vez en cuando, Dvorák disfrutó de su estancia en Estados Unidos. Fue rápidamente aceptado por la sociedad de Nueva York. Descubrió que el nivel de ejecución profesional allí era alto, aunque se sintió, desilusionado por la calidad de la orquesta del Conservatorio. Varios de sus estudiantes de composición le impresionaron. Alquiló un apartamento de cinco habitacio nes en el Número 327 de la calle 17 Este y allí compuso un buen número de obras, incluso la Novena Sinfonía.
Aparte de algunos ataques de nostalgia de vez en cuando, Dvorák disfrutó de su estancia en Estados Unidos. Fue rápidamente aceptado por la sociedad de Nueva York. Descubrió que el nivel de ejecución profesional allí era alto, aunque se sintió, desilusionado por la calidad de la orquesta del Conservatorio. Varios de sus estudiantes de composición le impresionaron. Alquiló un apartamento de cinco habitacio nes en el Número 327 de la calle 17 Este y allí compuso un buen número de obras, incluso la Novena Sinfonía.
Contratar a Dvorák demostró ser una sabia decisión por parte de la señora Thurber. Él estuvo de acuer
do con ella en el sentido de que los compositores norteamericanos necesitaban cierta ayuda para encon
trar su propia identidad. Notó que la mayoría de los músicos norteamericanos estaban muchos más in
enciados por la música de los maestros europeos que por su propia música nativa. Precisamente en la misma época en la que muchos compositores europeos, incluso el mismo Dvorák, luchaban por crear estilos musicales que reflejaran el espíritu nacional de sus tierras natales, la mayoría de los composito
res norteamericanos permanecía inmune a la música norteamericana. El profesor de composición visi
tante decidió ayudar a los músicos norteamericanos a aprender, a apreciar y a usar la riqueza de la músi
ca indígena de este continente:
Mi propio deber como profesor, según lo entiendo, no es tanto interpretar a Beethoven o a Wagner o a otros maestros del pasado, sino dar todo el aliento que pueda a los jóvenes músicos de Norteamérica. Debo expresar plenamente mi firme convicción y esperanza en el sentido de que así como esta nación ya ha sobrepasado a tantas otras en materia de inventos maravillosos y hazañas de la ingeniería y el co
Mi propio deber como profesor, según lo entiendo, no es tanto interpretar a Beethoven o a Wagner o a otros maestros del pasado, sino dar todo el aliento que pueda a los jóvenes músicos de Norteamérica. Debo expresar plenamente mi firme convicción y esperanza en el sentido de que así como esta nación ya ha sobrepasado a tantas otras en materia de inventos maravillosos y hazañas de la ingeniería y el co
mercio y se ha forjado un lugar honorable para sí misma en la literatura en tan sólo un corto siglo, del mismo modo debe afirmarse en las demás artes y especialmente en el arte de la música.
El compositor sentía que la clave de las futuras tendencias de la música norteamericana radicaba en el estudio y la asimilación de la música nativa. "La música de un pueblo es como una flor rara y preciosa que crece en medio de malezas invasoras. Miles pasan y la dejan atrás, mientras otros la pisotean bajo sus botas, y de este modo es muy probable que perezca antes de que la descubra aquel espíritu con dis
cernimiento capaz de valorarla por encima de todas las demás. El hecho de que todavía no haya surgido nadie que saque de ella el mejor provecho no significa que no haya nada allí".
En su promoción de la música norteamericana, Dvorák fue más allá del simple hecho de enseñar y de escribir artículos. Incorporó en su primera composición de importancia realizada en el nuevo mundo va
rios de los rasgos estilísticos que había descubierto en la música folclórica norteamericana. Trató de re
flejar los sonidos de la música negra e india usando patrones de escala comunes a los dos tipos de músi
ca norteamericana que había estudiado.
Dvorák aprendió espirituals y canciones de las plantaciones de los negros, con uno de los miembros de
la facultad en el Conservatorio, James Huneker. Además, uno de sus estudiantes de composición, Harry
T. Burleigh, era negro y Devorák frecuentemente le pedía que cantara sepirituals. El compositor estudió
música india norteamericana en transcripciones. Su contacto con esta música fue superficial, ya que es
cribir la música folclórica de un pueblo(los indios norteamericanos) en la notación musical de otro(euro
peos) elimina el contacto de primera mano que aes el que tiene mayor importancia en la tradición de la interpretación en vivo. En realidad Dvorák escuchó música india sólo una vez, cuando vio el espectácu
lo del Salvaje Oeste de Búfalo Bill. La canciones comercializadas de esa producción muy poco deben haber tenido que ver con las melodías indias auténticas. Así que no es sorprendente que Dvorák haya te
nido poco contacto profundo con la música india norteamericana.
Dvorák compuso muchas piezas mientras estaba en este país, tanto en su apartamento de Nueva York co
mo durante la estancia veraniega en la pequeña ciudad de Spillville, Iowa. El público recibió cálidamen
te estas composiciones, como actos de homenaje del distinguido extranjero . La Sinfonía del Nuevo Mundo es la más famosa entre estas obras. Si bien Dvorák rechazó decididamente el uso de la música folclórica real, el carácter de la música hizo que para el público fuera difícil aceptar el hecho de que no eran verdaderas melodías negras o indias las que se habían utilizado. El compositor simplemente estaba
tratando de reflejar el espíritu de la música nativa: "Es este espíritu el que he tratado de reproducir en mi nueva sinfonía. Y no he empleado realmente ninguna de las melodías. Sencillamente he escrito te
originales incorporando las peculiaridades de la música india y usando tales temas como objetos centra
les, los he desarrollado con todos los recursos de los ritmos, la armonía y el contrapunto modernos y el color orquestal."
William Fisher, uno de los discípulos de Dvorák en el Conservatorio, posteriormente hizo un arreglo pa
ra coro del tema del movimiento lento, poniéndole palabras que expresaban una nostalgia similar a la de la música. Ese arreglo, llamado "Regreso al Hogar", se hizo tan famoso que muchos supusieron errónea
mente (y todavía se supone hoy) que era un espiritual negro que Dvorák había citado en su sinfonía.
Hay otros norteamericanos en el Nuevo Mundo. El segundo tema del primer movimiento (en los vien
tos) con su grado de escala bajado una séptima y su acompañamiento de gaita, es decididamente de tipo folclórico. El tercer tema del mismo movimiento (oído primero como sólo de flauta), que se recuerda en
el tercer movimiento, suena de alguna manera como el espiritual "Swing Loe, Sweet Chariot." Hay tam
bién un elemento de programa norteamericano. El poema de Henry Wadsworth Longfellow "Canción de Hiawatha" fue según Dvorák, la inspiración directa de los movimientos segundo y tercero. El largo fue sugerido por la escena "Funeral en el Bosque" y el scherzo pretendía describir una fiesta en el bos
que donde los indios bailan.
En todo el resto de la sinfonía, sin embargo, la nostalgia del compositor por su tierra natal resulta evi
dente. Los dos temas secundarios de tipo danza del scherzo y el segundo tema lírico( primero escucha
do en clarinete) del final sugieren a Bohemia más que a Norteamérica.
La Sinfonía del Nuevo Mundo fue un gesto de respeto por nuestra música nativa y por el espíritu nor
teamericano por parte de un europeo grande y generoso. El músico enfatizó su admiración por nuestra música: "Estos temas bellos y variados son el producto de la tierra. Son norteamericanos. Son las canciones folclóricas de Norteamérica y vuestros compositores deben recurrir para producir una escuela de música grande y noble."
El público norteamericano apreció el amor de Dvorák por su música nativa. Quizás le apreciaron dema
siado. Que el Conservatorio Nacional tuviera que buscar su director fuera del país, que la prensa nortea
mericana alabara a un compositor visitante mientras no hacía sino rechazar a los compositores nativos, que los oyentes aprendieran a legitimar su música nativa y después de haberla encontrado envuelta en las vestiduras respetables de una sinfonía realizada por un europeo -todos estos factores apuntan a seña
lar un sentimiento de inferioridad cultural en Norteamérica. Este sentimiento ha disminuido en las últi
mas décadas, pero no ha desaparecido del todo. Sin duda Dvorák estaba autorizado para inspirarse en nuestra música y es casi el único compositor que ha escrito música documental de un viaje. Y si bien Nuevo Mundo no es su sinfonía más exquisita, es bella y significativa. Pero su comprensión de la músi
ca folclórica norteamericana era superficial. Nuestra música no estaba en su sangre. Sin embargo, el pú
blico norteamericano inmediatamente amó la sinfonía, si bien continuaba ignorando las composiciones
de los norteamericanos que reflejaban su herencia nativa con mayor pureza y comprensión. La mayoria
de los compositores norteamericanos sin embargo, fueron tan culpables como el público en experimen
tar un chauvinismo inverso: se requirió la presencia de un compositor europeo que escribiera música
"norteamericana", para mostrarles los valores culturales de su propio país.
A mediad que se ha fortalecido nuestra cultura nuestros públicos y compositores lentamente han llega do a aceptar que la música norteamericana es tan viable como la música importada que todavía llena la mayoría de nuestros programas de conciertos. El hecho de que nuestra identidad nacional en la música de las postrimerías del siglo XIX esté más ligada a la Sinfonía del Nuevo Mundo que a la música com puesta por norteamericanos o a la música folclórica misma, simplemente muestran cuán ligados esta mos todavía a nuestro linaje europeo. Hoy, Estados Unidos ha llegado a su mayoría de edad desde el punto de vista cultural. Ahora valoramos nuestras propias creaciones artísticas tanto como las "posta les" de los artistas visitantes que se han sentido encantados con nuestra cultura. Aunque en términos puramente musicales la Sinfonía del Nuevo Mundo merece sin duda la popularidad que logró en este país, sus éxitos iniciales sirvieron para subrayar la ingenuidad cultural de Norteamérica de un siglo atrás. Foto subida de Internet.
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