LA MÚSICA Y SU MUNDO

jueves, 1 de julio de 2021

Concierto en Re mayor para Violín y Orquesta, Opus 61 de Beethoven

                                    Concierto en Re mayor para Violín y Orquesta, Opus 61
El concierto para violín fue comenzado en 1806 y terminado justo a tiempo para su estreno el 23 de di
ciembre de 1806. El solista en el estreno de esta obra, que tuvo lugar en Viena, fue Franz Clement. 
El violinista Franz Clement era uno de los músicos más dotados de la Viena de Beethoven. Había adqui
rido fama desde niño tocando en la ópera imperial de Viena desde la edad de nueve años y ejecutando conciertos bajo la batuta de Haydn en Londres dos años más tarde. Realizó frecuentes giras internacio
nales de conciertos. Cuando Beethoven oyó tocar por primera vez a este muchacho de catorce años, en 1794, el compositor le escribió:
"Continúe por el camino en el que ya ha hecho un recorrido tan admirable y magnifico. La naturaleza y el arte se han combinado para hacer de usted un gran artista. Sígalos a ambos y, sin ninguna duda, usted llegará a la grandeza. la más alta meta que pueda desear en este mundo un artista. Mis mejores deseos para su felicidad, estimado muchacho, y regrese pronto para que pueda oír nuevamente su límpida y magnífica ejecución."
Clement colmó las esperanzas de Beethoven. Al crecer se convirtió en primer violín y director de la Ópera de Viena. Beethoven le encomendó la dirección del estreno de la Sinfonía Heróica. 
Clemént tenía una memoria musical formidable. El compositor Ludwig Spohr recuerda la forma en que Clement reprodujo perfectamente largos pasajes de un oratorio después de oír solamente dos ensayos y una ejecución .Clement hizo una versión para piano del largo oratorio de Haydn La Creación ¡De me moria! Y, cuando fracasó la primera versión de la ópera de Beethoven, Fidelio, y un grupo de músicos se reunió para decidir la forma de salvar la obra, Clement se sentó al teclado y toco toda la partitura de memoria.
Clement decidió dar un concierto a beneficio, en diciembre de 1806. Le pidió a Beethoven que aportara un concierto a beneficio, en diciembre de 1806. Le pidió a Beethoven que aportara un concierto para violín y el compositor se mostró de acuerdo, porque Clement era uno de los pocos músicos de Viena que él respetaba, y de quien estaba dispuesto a aceptar críticas. Los numerosos cambios que aparecen en el manuscrito atestiguan sus frecuentes reuniones para hacer correcciones. Como el compositor mis mo no era violinista, tenía que confiar en la experiencia y habilidad de Clement en lo que se refería a las cuestiones prácticas. 
Como sucedía frecuentemente con Beethoven, la obra quedó terminada en el último minuto. Clement había repasado la parte de solo con el compositor con cierta frecuencia, pero no hubo tiempo siquiera para un solo ensayo completo con la orquesta. Milagrosamente la interpretación no resultó un fracaso, ya que la aguda memoria de Clement de los bosquejos que había visto compensaba la falta de tiempo de práctica. Pero tampoco puede haber resultado una ejecución totalmente convincente, como parecen indicarlo las críticas desfavorables. Además, tampoco debe haber contribuido mucho a la situación la tendencia de Clement al exhibicionismo. En realidad, tocó una sonata de su propia composición entre el primero y segundo movimientos del concierto y, para mantener el interés de la audiencia, ¡la tocó utili
zando una sola cuerda de un violín que sostenía al revés!
La reacción del público fue tibia. Aun si el concierto hubiera sido bien ensayado y no hubiera sido inte
rrumpido por la tonta exhibición ególatra de Clement, la obra de todos modos hubiera desconcertado a 
sus oyentes originarios. Era mucho más larga y más compleja que cualquier concierto para violín ante
rior. Los conciertos de Mozart, por ejemplo, en comparación, son modestos. Pero la obra de Beethoven
es expansiva y sinfónica. Un crítico, a la vez que alababa la interpretación de Clement, escribió sobre
el concierto lo siguiente: " El argumento musical es frecuentemente bastante flojo y la repetición inter
minable de ciertos pasajes bastante corrientes fácilmente podría resultar aburrida".  
Un año más tarde se interpretó esta obra con algo más de éxito, pero en los treinta años siguientes no fue ejecutada más de una media docena de veces. La obra no fue totalmente apreciada hasta que otro muchacho, Joseph Joachim, tocó el concierto en 1844(a la edad de trece años), bajo la dirección de Fe
lix Mendelssohn. De allí en adelante ingresó en el repertorio estándar de todos los concertistas de vio
lín. 
La "repetición interminable de ciertos pasajes bastante corrientes" a que se refiere el crítico sin duda alude al motivo principal del primer movimiento. Esta figura que se oye suavemente al principio  en el solo de timbales, constituye el gesto musical más simple posible: cinco repeticiones de la misma nota tocada en forma pareja. Esta figura puede resultar ordinaria, pero su desarrollo posterior difícilmente es simplista. La simplicidad del motivo permite que se lo utilice en una diversidad de contextos, que dan una corriente subterránea de tensión a este movimiento que por lo demás es muy suave. 
Beethoven unifica el movimiento mediante el uso penetrante de esta figura. Prácticamente no hay ningu
na página del movimiento que no contenga este motivo, ya sea flagrantemente orquestado como la reco
pilación, envuelto dentro de una línea melódica como en el segundo tema, acelerado como en los pasa
jes de semicorcheas repetidas, u oculto en una línea de acompañamiento. 
El primer movimiento también crea una tensión interna de otra manera. Nos hace esperar el mayor tiem
po posible antes de que entre el violín. Debemos esperar todavía más antes de escuchar la totalidad del segundo tema lírico tocado por el instrumento solista: este llega directamente después de la cadenza, con un sentimiento maravillosamente pacífico. 
Estas corrientes subterráneas de tensión perturban sutilmente las melodías casi pastorales, maravillosa
mente líricas, hermosamente melódicas de este movimiento. A pesar de estas tensiones, sin embargo, el movimiento se mueve a un ritmo placentero. Nótese, por ejemplo, el tiempo en que la música permane
ce en una armonía (la dominante) cuando entra por primera vez el solista. Es casi como si Beethoven detuviera el tiempo por un momento, para permitir que el violín se afirme lentamente. 
El movimiento lento es un diálogo entre el instrumento solista, que usualmente toca figuras floridas, y la orquesta, cuya música generalmente carece de adornos. Al final la música de pronto se torna casi ope
rística, en lo que resulta ser una transición directa hacia el final. 
El final se abre como una tonada de rondó directa para el instrumento solista. Beethoven indica al solis
ta que toque esta melodía únicamente en la cuerda de Sol, la más baja del violín, a pesar de la tonada frecuentemente se eleva a los registros de las cuerdas de La y Re. El resultado, además de ser difícil de tocar bien, es un timbre nasal especial que le da a esta tonada casi folclórica su carácter especial. El mo
vimiento presenta ideas contrastantes, pero inevitablemente vuelve a su tema central. 
El final es especialmente ingenioso. La música parece no tener ya más nada que decir. Se simplifica y parece estar a punto de desvanecerse, pero entonces reaparece el instrumento solista para darnos una úl
tima sugerencia suave de la melodía principal. Entonces, en el último momento posible, la orquesta  
completa toca dos acordes fuertes y cortos que marcan la conclusión. Foto subida de Internet. 
De mi libro "Invitación a la Música" de Jonathan Kramer.








 


Concierto en Re mayor para Violín y Orquesta, Opus 61 de Beethoven







                                                                                   

                                                                                Beethoven





                                                                               

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