LA MÚSICA Y SU MUNDO

viernes, 27 de noviembre de 2015

Sinfonía Número 2 en Re mayor, Op 36 de Beethoven

                                              Sinfonía Numero 2 en Re mayor, Op 36


Esta obra de Beethoven tampoco la conocía pero la escuché ayer y me ha encantado por lo bonita y
alegre que es. Y el mérito es que Beethoven fuese capaz de componer una melodía tan alegre y no pu
diese escucharla. Pero es que Beethoven era un artistazo como la copa de un pino y se acordaba de to
das las notas y toda la música estaba en su memoria . Por eso, esta obra también está en mi lista intermi
nable de favoritos.  
La Segunda Sinfonía fue compuesta en 1802. Beethoven dirigió su estreno en Viena el 5 de abril de 1803.
Durante algún tiempo, Beethoven se había sentido alarmado por el débil tratamiento de su oído. ¿Có
mo podría funcionar como músico si se quedaba sordo?¡ Qué dolor sentiría si él, el compositor más grande del mundo no pudiera oír!. Consultó varios médicos, cada uno de los cuales le recetó un reme
dio diferente. Ninguno dio resultado. Tenía días en los que oía bien  días en los que apenas podía distin
guir las conversaciones . Había veces en las que podía oír la música perfectamente y otras en las que ni siquiera podía ensayar, porque todo lo que lograba percibir eran las notas más altas.
Uno de sus médicos creyó que unos pocos meses lejos del tumulto de Viena podrían ayudarle. Así que el compositor se fue  a pasar seis meses al pueblo de Heiligenstadt. Allí compuso la Segunda Sinfonía.
También tuvo tiempo y la soledad necesarias para reflexionar sobre las consecuencias que le acarrearía la pérdida de audición. Enfrentado a la inevitabilidad de una sordera definitiva, consideró la posibilidad del suicidio y escribió sus angustias en un documento conocido como ",El Testamento de Heiligenstad".
El Testamento está , en apariencia, dirigido a los hermanos de Beethoven, aunque unas veces pa rece hablarle a toda la humanidad, otras, a Dios,  en otras ocasiones, a una persona en especial innomi  nada.
"Oh, ustedes, hombres, que creen o dicen que soy malévolo, tozudo o misántropo, cuánto se equivocan
con respecto a mí. Ignoran la causa secreta que me hace parecer de este modo ante sus ojos. Desde la ni
ñez, mi corazón y mi alma han estado llenos del tierno sentimiento de la buena voluntad y siempre sentí la vocación de lograr grandes cosas. Pero piensen que durante los últimos seis años he sufrido una aflic
ción sin esperanzas, empeorada por médicos insensatos, engañado año tras año con esperanza de mejo ría y, finalmente, obligado a encarar la perspectiva de una enfermedad permanente (cuya cura llevará años o, tal vez, sea imposible). Aunque nací con un temperamento fogoso, activo, hasta susceptible a  los entretenimientos sociales, pronto me vi obligado a aislarme, a vivir mi vida solo. Si a veces traté de olvidar todo esto, ¡con cuanta crudeza a la doblemente triste experiencia de mi mala audición! Me era imposible decirle a la gente:-Hable más alto, grite porque estoy sordo.-¡Ah!, como podía admitir una enfermedad que afecta precisamente el sentido que en mi debería ser más perfecto que en los demás, un sentido que una vez tuve en su más alto grado de perfección, una perfección como la que pocas de mi profesión gozan o han gozado jamás. ¡Oh!, no puedo hacerlo; por lo tanto, perdonadme cuando veáis que me aparto, cuando en realidad me alegraría tanto disfrutar de vuestra compañía. Mi infortunio me es doblemente doloroso, porque, sin duda, seré mal comprendido; para mí no existe la distensión con mis semejantes, no existen conversaciones refinadas, intercambio de ideas. Debo vivir casi solo, como un exiliado: solo puedo alternar en sociedad cuando sea absolutamente necesario. Si me acerco a la gente, me siento presa del terror y del temor de quedar expuesto al peligro de que se me descubra mi estado... ¡ Qué humillación para mí, si alguien a mi lado oyera una flauta a la distancia  yo no oyera nada !Incidentes de este tipo me han llevado casi hasta la desesperación; un poco más y hubiera puesto fin a mi vida; fue solamente mi arte lo que me detuvo. ¡Ah! me parecía imposible dejar el mundo hasta haber expresado todo lo que siento que llevo dentro...
Esta cara esperanza que me trajo hasta aquí-curarme por lo menos en alguna medida -ahora debo abandonarla totalmente. Así como caen las hojas en el otoño y se marchitan, también se ha marchita
do mi esperanza. Me voy de aquí -casi como vine-y hasta el gran coraje que frecuentemente inspiro en los hermosos días del verano ha desaparecido. ¡Oh!, Providencia, otórgame por último aunque sea un so
lo día de pura alegría. Hace tanto tiempo que la verdadera alegría no resuena en mi corazón"
Se podría esperar que estos sentimientos de angustia se reflejaran en la música compuesta en la época del Testamento de Heiligenstadt, pero la Segunda Sinfonía es sorprendentemente alegre, despreocupada e inocentemente luminosa. Se podría esperar que el compositor se rindiera, pero en cambio se dedicó a la composición con renovado ardor y pronto su música maduró en lo que sería el extraordinario estilo de su segundo periodo.
En realidad, su sordera parece haber contribuido más a su trabajo que lo que lo perjudicó. Se vio obliga
do a retirarse de la escena de los conciertos por lo que dedicó más tiempo a la composición. Asimismo,  a medida que aumentaba la sordera, pasa dada vez más tiempo solo, con lo que desarrolló la fuerte personalidad interna que brilla en sus obras de la madurez. Aunque tuvo periodos ocasionales de audi  ción normal casi hasta el final de su vida, su sordera le hizo llevar una vida más y más retirada.  Evitaba
Evitaba la compañía de la gente a excepción de sus amigos más cercanos y compensaba su aislamiento
con una increíble intensidad en su música.
Berlioz hizo una descripción muy interesante sobre esta obra:
En esta Sinfonía todo es noble, enérgico y orgulloso. La introducción es un obra maestra. Los efectos más hermosos se siguen unos a otros sin confusión y siempre en forma inesperada. La canción es de  una solemnidad conmovedora y a la vez induce respeto y pone al oyente de un ánimo emotivo. Foto su
bida de Internet. 
De mi libro " Invitación a la Música de Jonathan Kramer"







 Sinfonía Número 2 en Re mayor, Op 36 de Beethoven





                                                               


             Beethoven 




                                                                 


                                                               

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