Sinfonía Número 7 en La mayor, Opus 92
Otra gran obra que está incluida en mi lista interminable de favoritos.
La Sinfonía Número 7 en La mayor fue compuesta en 1811-1812 y estrenada el 8 de diciembre de 1813 en Viena.
Definir en palabras la singularidad de una sinfonía de Beethoven es difícil, por muy bien que sepamos que es lo que la hace especial. Sin embargo, muchos de los que han caído bajo el hechizo de las obras maestras de Beethoven se han sentido obligados a intentar lo imposible: expresar verbalmente la esen
cia de la música. La Séptima Sinfonía, más que las otras obras, ha sido objeto común de los bien inten cionados críticos intérpretes, compositores autores de notas para programas. Carl Iken, un contemporá neo del compositor, escribió un ensayo "demostrando " que la sinfonía retrata una revolución política
. A.B Marx la vio como una historia de caballería morisca, incluyendo un festival guerrero. Ludwig Nohl también visualizó un festival de caballeros. Alexandre Oulibischev la rotuló como una mascarada
de ebrios. Paul Bekker la llamó una " orgía bacanal". Ernest Newman la describió como " el surgimien
to de un poderoso impulso dionisiaco". Vicent d´Indy y Wilhelm von Lenz la consideraron como una se
gunda Sinfonía Pastoral. Robert Schumann reconoció una boda rústica en el segundo movimiento Emil Luwig descubrió en ella un festival de los bosques, una marcha sacerdotal, danzas ceremoniales y una bacanal. Richard Wagner la denominó "la apoteosis de la danza". Hector Berlioz detectó en la obra una danza campesina. D´Or Tigue pensaba que el segundo movimiento contenía una procesión en una anti gua catedral. Dürenberg describió ese mismo movimiento como el sueño de amor de una suntuosa oda lisca. Teetjen vislumbró un cuadro de la época feudal. Para Serov, la pieza estaba llena de pompa mili tar.
gunda Sinfonía Pastoral. Robert Schumann reconoció una boda rústica en el segundo movimiento Emil Luwig descubrió en ella un festival de los bosques, una marcha sacerdotal, danzas ceremoniales y una bacanal. Richard Wagner la denominó "la apoteosis de la danza". Hector Berlioz detectó en la obra una danza campesina. D´Or Tigue pensaba que el segundo movimiento contenía una procesión en una anti gua catedral. Dürenberg describió ese mismo movimiento como el sueño de amor de una suntuosa oda lisca. Teetjen vislumbró un cuadro de la época feudal. Para Serov, la pieza estaba llena de pompa mili tar.
Descubrir en una pieza de música instrumental una revolución política, caballeros moriscos, el sueño de amor de una concubina o una escena de la época feudal demuestra, en le mejor de los casos indiosincra
crasia y, en el peor, estupidez. Pero alguna de estas interpretaciones son algo menos caprichosas, porque hay algo que tienen en común: una mascarada, una procesión, una boda rústica, una danza campesina,
etc. Lo que estos comentaristas percibieron en la Séptima fueron los ecos de la danza y de la marcha, que son dos tipos de música rítmicos. Y esa es la verdadera magia de esta Sinfonía: sus impulsos rítmi
cos, variados, cautivantes, incesantes. Existe otro denominador común entre estas muchas interpretacio
etc. Lo que estos comentaristas percibieron en la Séptima fueron los ecos de la danza y de la marcha, que son dos tipos de música rítmicos. Y esa es la verdadera magia de esta Sinfonía: sus impulsos rítmi
cos, variados, cautivantes, incesantes. Existe otro denominador común entre estas muchas interpretacio
nes extrañas. Como lo explica el biógrafo de Beethoven, Maynard Solomon:
"Una obra que simboliza tan vigorosamente el acto de la trascendencia, con sus correspondientes senti
mientos de gozo y liberación, puede ser representada en el lenguaje por una infinidad de imágenes tras
cendentes específicas, que pueden decirnos mucho acerca de las asociaciones libres de sus autores, así como acerca de Beethoven y su música. Pero la imaginería aparentemente diversa y de libre asociación
de esos críticos-imágenes de masas de gente, de poderosa energía rítmica descargada en la acción o en la danza, de celebraciones, bodas y jolgorio- comprende, en el fondo, variaciones sobre una imagen úni
ca: la del carnaval o festival que, desde tiempos inmemoriales, ha levantado temporariamente la carga del sometimiento perpetuo al orden social y natural prevalente, suspendiendo periódicamente todos los privilegios, normas e imperativos habituales."
Es irrelevante el hecho de que Beethoven haya tenido o no en mente la imagen de un festival. No impor
ta si consciente o inconscientemente se propuso un tema de libertad. Cualquiera que sea el motivo, creó una sinfonía con un impulso rítmico extraordinariamente liberador. Para enfatizar el ritmo, Beethoven restringió a su musa melódica. De este modo, encontramos figuras basadas en la reiteración de las notas únicas: el tema principal del movimiento inicial es una repetición telegráfica de una nota, el segundo movimiento está impregnado por un ritmo simple sobra una nota y el final comienza con un ritmo reite
rado. El tercer movimiento, que es la pare de la sinfonía que más abiertamente se asemeja a una danza, tiene una sección de trío en la que se sostiene un tono con la ornamentación más leve en toda su exten
sión, primero en los violines y luego en las trompetas. Es este el énfasis en el ritmo, a menudo a expen
sas de la melodía, lo que le da a esta composición una vitalidad impetuosa, eufórica, que a muchos co
mentaristas les ha recordado los carnavales.
¿Es que se está acusando a esta hermosísima sinfonía de empobrecimiento melódico?¡ Qué herejía! Sin
embargo es verdad. Cuando salimos de la sala de conciertos tarareando fragmentos de la Séptima de Beethoven, lo que recordamos es su arrastre rítmico, no su forma melódica.
.Consideremos, por ejemplo, el tema principal del segundo movimiento: casi monotónico. (Por supues
to, al final una contramelodía lírica acompaña esta no-melodía, pero el contratema siempre es tratado co
mo secundario.) Asimismo , ¿cuántos oyentes son capaces de cantar el segundo tema del primer movi
miento, que en la mayor pare de las demás sinfonías es una melodía de gran lirismo? Por otra parte, ¿en
qué medida se pueden cantar las melodías principales del tercer y cuarto movimientos?
Lo que cuenta en la Séptima no es el hecho de descubrir cuáles son las melodías, sino cómo están utili
zadas. Están comedidas y raramente son líricas, para centrar nuestra atención en el impulso rítmico. Son como son con el propósito de proyectar el dramatismo y la unidad del concepto de Beethoven. Rara vez se da al oyente el respiro que podría constituir una melodía verdaderamente lírica ante la inexorable pro
gresión rítmica.
El ritmo es el aspecto temporal de la música y para Beethoven el tiempo era de importancia primordial. La música refleja la forma en que percibimos el tiempo y la música de Beethoven estructura la forma en que los oyentes experimentan el tiempo en formas cargadas de profundo sentido. De este modo las melo
días y los ritmos de la Séptima son significativos por la forma en que crean y resuelven las tensiones que llevan la música hacia adelante. Esta es una música más de tiempo que de sonido (si los comentaris
tas de las generaciones anteriores podían dar rienda suelta a sus fantasías con respecto a las interpreta
ciones creativas, tal vez también pueda hacerlo un autor de notas de programas de la actualidad). Cada elemento de esta composición existe con el objeto de crear una obra dinámica, cinética, viva, integral.
Oigamos la estructura temporal del primer movimiento. Durante la lenta y larga introducción, la tensión
crece a medida que la música busca su estabilidad. Cuando finalmente la música se disuelve en notas re
petidas, cada vez más aisladas, se desliza casi imperceptiblemente hacia el tempo rápido de la parte prin
cipal del movimiento. ¿Dónde se produjo la llegada tan buscada? De alguna manera el allegro prosigue sin resolución, sin un punto de partida bien definido. Y así sucede a lo largo de todo el movimiento. En cada lugar donde esperamos una resolución del impulso rítmico, Beethoven encuentra una nueva forma de frustrar esa expectativa. De este modo mantiene la tensión creciente hasta muy cerca del final del mo
vimiento, donde, con la elevación de los cornos, permite por fin que la música alcance su meta. Esta tre
menda llegada, este enorme "compás acentuado estructural" (como denominan los teóricos de la música
a estos eventos), es uno de los grandes momentos de toda la música, no por lo que es sino por lo que sig
nifica en contexto.
Como otro ejemplo de arquitectura dramática en el tiempo, consideremos el segundo movimiento. Las apariencias de la forma son bastante comunes: cinco secciones, de las cuales la primera, la tercera y la quinta se basan en un conjunto de temas y la segunda y la cuarta se basan en otro (aunque el mismo rit
mo incesante subyace en las cinco). Dentro de este marco abstracto el compositor ha creado una de sus concepciones más originales: una forma en arco. Después del acorde inicial con las maderas, las cuer
das bajas tocan tres frases de simplicidad aparentemente intrascendente (la melodía monotónica). Este
gruo de tres frases se repite tres veces más, cada vez con algo nuevo agregado. El avance hasta lograr una textura completa es poderoso. Después de que la segunda sección provisionalmente alivia la ten
sión, la sección media vuelve a los materiales originales, que continúan creciendo en complejidad. El clí
max es una fuga, la piedra fundamental del arco. La música después declina desde el clímax invirtien
do el orden de los pasos utilizados para el ascenso. Como la sección inicial es una acumulación gradual
de melodías, la última sección de alguna manera debe desarmarlas. Beethoven logra este objetivo frag
mentando los materiales de la primera sección. El acorde inicial delos vientos de madera vuelve al final
para completa el arco.
No solamente cada movimiento es un concepto poderosamente rítmico, sino que también toda la sinfo
nía se interrelaciona a través de una compleja red de tensiones y resoluciones. Cada movimiento depen
de de los demás y tiene implicaciones para los demás. Durante toda la pieza recordamos, por ejemplo, la inmensa sensación de expectativa de la introducción. Cuando el final desenfrenado nos transporta a un paso velocísimo, por fin sentimos la resolución completa de esta expectativa. De este modo, la uni
dad de la sinfonía depende de la relación temporal de cada segmento de la música con cada uno de los otros y también de la localización significativa de todos los sucesos dentro del bloque de tiempo de cua
renta minutos que constituye el muy especial mundo de la Séptima Sinfonía de Beethoven. Foto subida de Internet.
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