LA MÚSICA Y SU MUNDO

viernes, 22 de febrero de 2019

Sinfonía Número 39 en Mi bemol mayor, K. 543 de Mozart

                         
                                              Sinfonía Número 39 en Mi bemol mayor, K. 543

La Sinfonía en Mi bemol fue compuesta en unas poca semanas y terminada el 26 de junio de 1788. Nada se sabe del estreno, que tuvo lugar después de la muerte de Mozart.
Durante los últimos años de su vida, Mozart sufrió permanentes penurias económicas. Se había muda
do a Viena en busca de un medio de vida con su música y durante un tiempo tuvo éxito. Su música era apreciada, recibía varios encargos, tenía un buen número de alumnos y podía ganar un dinero casi adecuado con las interpretaciones. Pero su suerte cambió muy rápidamente en el invierno de 1787-17
88.
Según el biógrafo Hugh Ottaway, hubo una serie de factores que crearon estas dificultades. Ottaway descarta la explicación usual respecto de las intrigas por parte de los rivales de Mozart, tales como Sa
lieri;también cree que la "veleidad" del público vienés, a la que a menudo se hace responsable, es un concepto demasiado vago. En cambio, el autor atribuye la mayor parte de la culpa a la verdadera mú
sica que Mozart estaba escribiendo, que era menos accesible que sus composiciones anteriores. El compositor, en la mitad de su treintena, estaba madurando y haciéndose más profundo. Había empeza
do a apartarse de la música "social", con el meditativo Concierto para Piano en Re menor. A medida  que su música reflejaba cada vez más sus complejidades internas, su estilo se volvió demasiado difí
cil para ser asimilado en una primera audición. Los oyentes estaban perplejos y antes de que pasara mucho tiempo su perplejidad se convirtió en rechazo. Para el verano de 1789, Mozart solamente pudo
 encontrar un promotor para uno solo de sus conciertos de abono, que tradicionalmente habían traído
a un gran número de patrocinadores. Su cambio de estilo no era voluntario( y tal vez, ni siquiera bien
venido), pero un artista íntegro no tiene control total sobre lo que produce.
Ottaway también culpa a un prejuicio que reinaba en Viena contra la masonería. Mozart era masón y muchos de sus amigos pertenecían al grupo extremista de la orden, los Iluninati. El emperador ordenó que todas las logias suministraran listas de sus actividades y miembros.Se distribuyó propaganda con
tra ellos y cualquiera que fuera masón era considerado sospechoso e indigno de confianza. Por otra parte, los recientes éxitos de Mozart en Praga obraron en su contra, ya que esa ciudad era considerada por la conservadora Viena como un centro de radicalismo. Sin embargo, pudo obtener empleo como "compositor de cámara" en la corte del emperador. Este cargo resultó ser apenas algo más que el de un sirviente, ya que el compositor recibía un salario magro a cambio de proporcionar música para dan
za destinada a los bailes de la corte. Sus nuevas ganancias apenas eran suficientes para compensar la disminución de sus ingresos provenientes de patrocinadores, conciertos y alumnos.
Mozart se vio obligado a pedir dinero prestado. Una y otra vez acudió a amigos y patrocinadores du
rante los restantes cuatro años de su vida. Sus cartas fueron al principio decorosas y optimistas, pero después se tornaron desesperadas y patéticas. A su muerte, el compositor dejó enormes deudas.
La situación económica se hizo crítica por primera vez en junio de 1788. Mozart intentó realizar una serie de conciertos de abono que fracasaron. El propietario de su vivienda le exigía el pago inmedia
to, pero el compositor no tenía dinero. Se vio obligado a mudarse con su familia rápidamente a un alo
jamiento más barato en un barrio de las afueras. En una carta a un amigo pidiéndole dinero para pagar
a su nuevo propietario, Mozart escribió:" En general, el cambio me da lo mismo; de hecho, lo prefie
ro. Tal como están las cosas, tengo muy poco que hacer en la ciudad, y como no me veo expuesto a tantos visitantes, tendré más tiempo para trabajar."Era deprimente que tuviera poco que hacer en la ciudad": ningún concierto, ningún encargo, nada. Por primera vez desde su mudanza a Viena, Mozart
tenía tiempo disponible.
Lo que hizo con este tiempo fue componer tres sinfonías en rápida sucesión. Fueron terminadas res
pectivamente el 26 de junio, el 25 de julio y el 10 de agosto. Resultaron ser sus últimas sinfonías.Pro
bablemente Mozart planeaba usar las nuevas piezas en conciertos  de abono el siguiente invierno, pe
ro los conciertos nunca se concretaron,m sin duda debido a la falta de patrocinadores. La presentación
de cualquiera de estas sinfonías seguramente no hubiera contribuido a mejorar la suerte de Mozart:es difícil imaginar a los conservadores vieneses disfrutando obras tan intensas, complejas, contrapuntísti
cas y disonantes(son de observar las disonancias punzantes en la introducción de la Sinfonía Número 39, por ejemplo). Desde entonces esta música está por supuesto, entre la más apreciada, la mas tocada y la más respetada de cualquier compositor, pera era verdaderamente música para otra época, música teñida con el romanticismo del siglo venidero. Si se hubieran dado los conciertos a los que estaban destinadas las nuevas sinfonías, sin duda no hubieran hecho otra cosa que sumarse a la impopularidad de Mozart. En realidad, jamás llegó a escuchar la Sinfonía en Mi bemol y la Sinfonía en Do mayor, y posiblemente tampoco la Sinfonía en Sol menor. Así que esta gran trilogía, de máxima importancia en la historia de la música y de la humanidad, tuvo escaso impacto en la vida de su compositor.
Cada una de las sinfonías de la trilogía tiene su propia personalidad. La Sinfonía en Sol menor es som
bría e intensa, la Júpiter es triunfante y poderosa y la Sinfonía en Mi bemol tiene la extensión y el al
cance que presagian a las sinfonías de Beethoven, en particular, la que está en la misma tonalidad(la Heroica). De las tres, sólo la Sinfonía Número 39 comienza con la introducción lenta. Esta introduc
ción es en gran escala y sugiere hya desde el comienzo, con escalas de cuerdas alternando con acor
des orquestales, los dramáticos contrastes que van a venir. La sinfonía está a menudo completamente
orquestada, creando así una sonoridad voluminosa que es apropiada para el gran alcance de la obra. Pero también contiene pasajes de intimidad, como la melodía para cuerdas del movimiento lento, y la sección intermedia del minué, en la que dos clarinetes tocan un delicioso dúo (la sensibilidad de Mo
zart para el clarinete presagia su maravilloso Concierto para Clarinete). Sólo en el final se permite la música cierto grado de abandono, pero incluso allí nunca se deja demasiado atrás el gran drama. Es de observar, por ejemplo, la poderosa pausa justo cuando empieza la sección de desarrollo. Este mo
vimiento unívoco tiene sólo un tema real, que por su penetración aumenta la intensidad de la música.





                                                                             





                                                                       

                                                                                 Mozart      


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