Sinfonía Número 41 en Do mayor, K. 551, Júpiter
La Sinfonía en Do mayor fue escrita en unas pocas semanas y terminada el 10 de agosta de 1788. Na
da se sabe del estreno, que tuvo lugar después de la muerte de Mozart.
Los orígenes de la última sinfonía de Mozart están envueltos en el misterio. Aunque probablemente fue creada para un concierto que no se concretó, nadie sabe realmente por qué fue escrita la pieza. Tampoco se sabe cómo fue que llegó a llamarse, a comienzos del siglo XIX, la Sinfonía Júpiter. Na
da se sabe del estreno, excepto que no tuvo lugar durante la vida del compositor.La música misma, sin embargo, está lejos de ser misteriosa. La sinfonía merece su apodo, debido tanto a las alturas olímpicas de su habilidad en la composición como a su carácter afirmativo. . Este carácter contrasta marcadamente con el de la Sinfonía Número 40 en Sol menor, K. 550, terminada tres semanas antes.
El contreste entre estas dos sinfonías es extraordinario. La Sinfonía en Sol menor es sombría, intensa e introvertida, en tanto que la Júpiter es optimista, triunfal y extrovertida.La K. 550 se apoya más en motivos aislados y atisbos de melodía, en tanto que la K. 551 contiene una gran riqueza de líneas me
lódicas líricas. La Sinfonía Número 40 revolotea en el modo menor, en tanto que la Número 41 perma
nece(excepto en las secciones de desarrollo) decididamente en el modo mayor. Es sorprendente que ambas piezas hayan sido escritas prácticamente al mismo tiempo. Este hecho muestra cuán errado puede ser escuchar en el estado anímico de una composición una manifestación directa de los senti
mientos internos de su compositor. Que Mozart pudiera producir dos obras tan diferentes al mismo tiempo atestigua la amplitud de su visión artística y su capacidad para distanciarse, como compositor,
de sus sentimientos del momento.
Esta sinfonía comienza con una figura ascendente simple que Mozart había usado previamente en un
considerable número de piezas, en especial el Concierto para Piano Número 20 en Re menor. El con
cierto se inicia con una misteriosa versión de este motivo, en vista de que la apertura de la sinfonía es vigorosa y positiva. Las armonías se hacen eco de la simplicidad del motivo, que involucran poco más que la tónica y la dominante( los dos acordes fundamentales de toda música tonal) durante los pri
meros treinta compases. Hay varias melodías en este primer movimiento, la más bella de las cuales es sin duda el tema de cierre de las cuerdas. El compositor ya había usado esta melodía en un aria italia
na que había compuesto unos pocos meses antes.
En contraste con el vigor de los movimientos exteriores, los interiores exhiben una elegancia conteni
da, cada uno a su propia manera. Las hermosas figuraciones del movimiento lento, su integración de
las sonoridades de vientos y de cuerdas y sus solemnes melodías contribuyen a este carácter especial.
El minués es igualmente majestuoso pero sin embargo hay humor sutil en su sección de trío. Comien
za con la más elemental de las progresiones: un simple acorde de dominante que se mueve sin ador
nos hacia una simple tónica. Tal progresión sugiere no un comienzo sino más bien un final, ya que es un gesto de cadencias típico del período clásico. De hecho, esta figura primero suena como una reite
ración de un final de propiamente dicho. Mozart comienza el trío con un final. Luego continúa presen
tando la frase cuyo final acabamos de escuchar, tras la cual regresa la figuraa de la cadencia. ¿Ahora termina la primera frase o comienza la segunda? En realidad tiene ambas funciones, ya que Mozart juega una y otra vez con la ambigüedad principio-final. Esta es una sátira sutil, una exhibición de ingenio que exige del oyente cierto grado de sofisticación. Para apreciar el humor, debemos compren
der los modos convencionales en que comienzan y terminan las secciones sinfónicas.
El final es el movimiento que sin dudas llevó al nombre Júpiter. Es un tour de force de escritura con
trapuntística. A lo largo del movimiento somos tratados con ingeniosas combinaciones de melodías consigo mismas(en imitación) o con otras melodías. La culminación de estos procedimientos es la co
da, en la cual Mozart se las arregla para tocar todas las melodías principales del movimiento simultá
neamente en lo que resulta ser un contrapunto de cinco partes. Crear tal pasaje requiere una habilidad produgiosa. No hay muchos compositores que hubieran tenido la técnica para hacerlo. Pero Mozart hace que todo parezca fácil. No hay ningún rastro de los trabajos de composición en esta música. Flu
ye sin esfuerzo y si no escuchamos cuidadosamente podríamos perder los detalles intrincados del pai
saje. La musicalidad de Mozart disfraza su técnica, ya que la sinfonía termina con un triunfante pro
clamación de la habilidad al servicio del arte. Foto subida de Internet.
De mi libro"Invitación a la Música" de Jonathan Kramer.
Sinfonía Número 41 en Do mayor, K. 551, Júpiter
Mozart
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