Sinfonía nº 8 en Do menor
La Octava Sinfonía fue iniciada en julio de 1884 y terminada por primera vez el 10 de agosto de 1887.
Bruckner revisó la obra entre el 4 de marzo de 1889 y el 10 de marzo de 1890. Hans Richter dirigió el estreno en Viena, el 18 de diciembre de 1892.
La vida exterior de Bruckner fue tan simple y carente de acontecimientos como compleja y turbulenta
fue su vida interior. No tuvo aventuras, ni vida amorosa. Fueron muy pocos los viajes que hizo. Era
un hombre de campo sencillo, fuera de lugar durante sus últimos años en la sofisticada metrópolis de
Viena. Tenía algunos amigos y era muy religioso( se decía de él que tenía sólo dos libros, la Biblia y una biografía de Napoleón, y que leía ambos una y otra vez), pero vivía, aparte de su docencia, para la composición. Intérnamente, vivió con una pasión obstinada y devastadora por una única cosa: sus sin
fonías.
Trabajó intensamente en cada una de estas obras monumentales y, cuando la terminaba, pasaba a la si
guiente. Su orgullo era feroz, como puede verse en su cuidadosa anotación de las fechas exactas en que terminaba cada movimiento. Trabajaba para sus sinfonías, incluso después de haberlas terminado,
tratando de lograr que fueran ejecutadas y revisándolas indefinidamente.
El orgullo que sentía por su música estaba en contradicción con sus grandes inseguridades. Cada vez que una de las sinfonías era mal recibida o un director se negaba a ejecutar alguna, Bruckner caía en una depresión. Estaba obsesionado con el hecho de lograr reconocimiento. De manera que era demasia
do susceptible a las sugerencias bien intencionadas pero sin fundamento de amigos que querían hacer las sinfonías más aceptables, acortándolas y revisándolas. Su inseguridad se enfrentaba a su orgullo cuando hacía estas revisiones o las supervisaba. En el interés por lograr que sus obras fueran interpre
tadas, se avenía rápidamente a que sus amigos las cortaran y, por lo tanto, las mutilaran, esperando siempre que sus propias concepciones se vieran favorecidas por la posteridad.Como consecuencia de este conflicto entre la calma exterior de Bruckner y su turbulencia interior, entre su orgullo y su inseguridad, nos encontramos con que los mayores dramas de su vida se centran alrededor de las esce
nas siempre repetidas de las revisiones compulsivas. Nada en la existencia exterior rutinaria del com
positor podía rivalizar con las emociones que le despertaba la historia de cada una de las sinfonías a medida que se desarrollaba, desde la primera hasta la última vez en que era ·"terminada". La biografía
de Bruckner es una historia de componer, revisar, buscar que se produjeran ejecuciones, revisar nueva
mente, la exaltación o depresión respecto de las respecto de las respuestas de los críticos y del público
u de volver a revisar nuevamente. No debe sorprender, por lo tanto, que las notas de los programas re
ferentes a las sinfonías de Bruckner a menudo tranten la historia de las revisiones, un tópico que, res
pecto de la mayoría de los compositores, implica un dato banal de carácter musicológico, de escaso in
terés para los oyentes.
El " problema de Bruckner" perduró durante más de medio siglo después de la muerte del compositor,
ya que los directores u estudiosos buscaban y discutían respecto de que versión de cada sinfonía era la más apropiada. El debate sobre qué revisiones eran obra de Bruckner o estaban aprobadas por él, más
el argumento en el sentido de cuál es la partitura que refleja las últimas intenciones de Bruckner, llevó
algunas veces a reñidos desacuerdos . Y a su vez, estos desacuerdos produjeron como consecuencia que existan, de cada sinfonía, varias versiones muy diferentes e igualmente auténticas. Ninguna sinfonía tiene una historia más problemática que la de la Octava de Bruckner.
Su trabajo anterior, la Séptima, le había traído el esperado reconocimiento. Sus muchas interpretaciones bien recibidas estimularon al compositor, que empezó la Octava con el mejor de los ánimos. Seguían lle
gando informes de nuevas ejecuciones de la Séptima y de otras sinfonías y Bruckner por fin supo que había logrado un amplio reconocimiento. Fue condecorado por el emperador y recibió asímismo
una serie de subvenciones. Después de tres años y medio de trabajo terminó la Octava, en agosto de
1887, y esperaba ansiosamente obtener nuevos éxitos, cuando fuera interpretada. Envió la partitura
a Hermann Levi, que hacía dos años había dirigido con éxito una presentación de la Séptima en Mu
nich. La carta que Bruckner envió junto con la partitura era optimista:" Simplemente no puedo des
cribir mis sentimientos de jubilo ante la perspectiva de que sea interpretada bajo su magistral direc
ción. Mientras esperaba la respuesta de Levi empezó a esbozar la Novena Sinfonía.
Levi creía en Bruckner, pero no pudo mostrar ningún entusiasmo por la nueva obra, que era totalmen
te diferente de la popular Séptima. Levi le pidió a su amigo común Joseph Schalk, que que llevara gentilmente la noticia al anciano compositor en el sentido de que la Octava no sería ejecutada. Luego Schalk le informó de lo sucedido: "No es sorprendente que el profesor Bruckner haya tomado muy mal su veredicto. Todavía se siente muy infeliz con él y se niega a escuchar ninguna palabra de con
suelo...Sólo espero que se calme pronto y siga su consejo de intentar una revisión que, a propósito, ya
ha empezado respecto del primer movimiento. Por el momento, por supuesto, sería mejor que dejara de trabajar en ella, porque está en crisis y ha perdido toda confianza en sí mismo".
Debido a la negativa de Levi de incluir la Octava en su programa, Bruckner cayó en una depresiçon que le impidió seguir trabajando en la Novena durante los próximos tres años( como consecuencia de
jó esa sinfonía sin terminar en el momento de su muerte). En cambio, se embarcó en una serie de revisiones desastrosas yk, por lo general innecesarias de las sinfonías anteriores. Pasó todo el año revi
sando la Octava, con la ayuda ocasional de Schalk. Si Bruckner trataba de hacer el trabajo aceptable para Levi, probablemente trabajaba en vano. El director había encontrado problemática la concepción
de la obra en su totalidad, no solo en algunos pasajes. Sin embargo, Bruckner hizo varias revisiones , que incluyeron:
1) una orquesta ampliada, con instrumentos de viento de madera triples en lugar de dobles, más ar
pas;
2) un nuevo final de primer movimiento, suave en lugar de fuerte;
3) un trío completamente nuevo para el scherzo;
4) el climax del movimiento está remoldeado en otra tonalidad;
5) cambios ampliados de la orquestación;
6) alrededor de 150 compases suprimidos.
Para cuando Bruckner terminó estas revisiones, Levi ya no dirigía en Munich. El compositor enton
ces abordó a Felix Weingartner, que era director en Mannheim. Weingartner, aunque no era particular
mente afecto a la música de Bruckner, estuvo de acuerdo en probar la sinfonía. El compositor escribió
una carta que revela su patéticva inseguridad; "¿ Cómo va la Octava? ¿ Ha habido ya algunos ensa
yos? ¿ Cómo suena? Le recomiendo que acorte severamente el final, del modo indicado. Sería dema
siado larga, y es válido sólo para tiempos venideros y para un círculo de amigos y entendidos".
La presentación en Mannheim nunca se llevó a cabo. Weingartner fue nombrado director de la Or
questa Filarmónica de Berlín y partió de Mannheim apresuradamente. Le aseguró Bruckner, de modo
vago y vacío, que interpretaría algunas de sus obras en Berlín tan pronto como fuera posible.
Así que le tocó a Viena escuchar el estreno de la Octava, Bruckner siempre había temido que su músi
ca se ejecutara en la ciudad en que vivía, porque los críticos musicales locales, liderados por el pode
roso y vengativo Eduard Hanslick, invariablemente condenaban su obra, sin importarles la reacción del público. Como los críticos ejercían considerablemente influencia sobre lo que se ejecutaba, Bruck
ner casi había abandonado la idea de que se realizaran ejecuciones en Viena. Sin embargo, el composi
tor decidió arriesgarse y permitió que Hans Richter dirigiera la Octava, en diciembre de 1892. Hans
lick obró como era de esperarse, aunque hizo mención de " las aclamaciones tumultuosas del público,
que agitaba sus pañuelos, las innumerables llamadas al escenario , las coronas de Laureles, etc. Sin lu
gar a dudas, para Bruckner el concierto fue un triunfo". Pero su propia evaluación hablaba de "triste
za insondable", "la desdicha de gatos con sueños perturbados", "la horrible longitud" y "la música in
terminable, desorganizada y violenta"; la crítica concluía: " no es imposible que el futuro pertenezca a este pesadillezco...estilo, en un futuro que, por lo tanto, no envidiamos".
Hanslick confundió a Bruckner unas pocas semanas después, enviándole una tarjeta de Año Nuevo fir
mada; " a mi sincero amigo". Sin embargo, dos semanas después de eso , el crítico publicó otro artícu
lo condenando la música de Bruckner.Las revisiones de la Octava Sinfonía merecen especial consideracion.
En el caso de la mayoría de las otras sinfonías de Bruckner, debe darse preferencia a la versión origi
nal del compositor por encima de las revisiones hechas por él y /u otros, años después de terminadas.
Pero en el caso de la Octava, las revisiones fueron realizadas mientras la obra estaba todavía fresca en la memoria del compositor y antes de que apareciera cualquier cambio importante de su estilo.
Hans consideraba que alguna de las revisiones de Bruckner constituían claras mejoras, en tanto que algunos de los cortes habían sido hechos sólo en un intento de hacer la sinfonía más agradable a los directores. Hans restauró 48 de los 150 compases que Bruckner y Schalk habían eliminado y recupe
ró parte de la orquestación original. El sucesor de Hans como editor de la edición completa de la sociedad Internacional Bruckner, Leopold Nowak, rechazó la obra de su antecesor sobre la base de que una versión auténtica no podía constar, lógicamente de materiales extraidos de dos fuentes dife
rentes. La edición de Haas, Según Nowak, no puede decidirse que represente fielmente las propias di
rectivas de Bruckner"Nowak imprimió dos partituras separadas ( en 1955 y 1972, respectivamente, cada una correspondiente a una de las versiones de Bruckner y aconsejó que no se utilizara la partitu
ra de Haas en absoluto. Aunque la revisión del compositor había sido interpretada con frecuencia, na
da impidió que los directores también recordaran la esperanza de Bruckner en el sentido de que final
mente la versión original encontrara el favor del público.
De mi libro " Invitación a la ´Música" de Jonathan Kramer. Foto subida de Internet.
Sinfonía nº 8 en Do menor
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