Concierto Número 19 en Fa mayor para Piano y Orquesta, K. 459
El Concierto en Fa mayor fue terminado el 11 de diciembre de 1784 poco tiempo después por el com
positor, en Viena.
Si escuchamos en orden cronológico los 15 conciertos para piano de Mozart compuestos entre 1782 y 1786, oímos la profundización gradual de su arte. A medida que los conciertos se hicieron más pro
fundos, empezaron a desconcertar al público al que estaban dirigidos. De modo que la forma que le había aportado a Mozart su máximo éxito popular también produjo su caída. El punto decisivo es el Concierto en Re menor, el primero compuesto en 1785, una obra meditativa y apasionada que debe haber dejado perplejos a algunos de sus primeros oyentes.
La transición que le alejó de la música superficialmente atractiva se produjo gradualmente y los si
guientes conciertos no continuaron directamente la Strum und drang(literalmente,"tormenta y la ten
sión") del K. 446. Pero la semilla estaba sembrada y creció para producir la magnífica música de los últimos tiempos, en la que Mozart evolucionó-sin duda sin elegir conscientemente hacerlo-hacia un estilo más elevado. Este cambio de estilo trajo una disminución crítica de la popularidad del composi
tor y, con ello, una reducción drástica de sus ingresos.
El contraste entre el tipo de música que logró para Mozart un numeroso cortejo de seguidores en Vie
na, y el que hizo perder sus admiradores puede escucharse fácilmente si comparamos el K. 466 con su antecedente inmediato, el Concierto en Fa, K. 459, el último concierto de 1784. En la despreocu
pada alegría del concierto en Fa mayor no escuchamos ningún rastro de la turbulencia que iba a emer
ger tan sólo dos meses más tarde. El K. 459 es de un estilo obviamente popular; es una pieza hecha para agradar, lo cual hace extremadamente bien. Es también una obra magníficamente producida; es de observar, en particular el erudito contrapunto del final, pero las complejidades yacen por debajo de su graciosa superficie-El Concierto en Fa mayor es uno de los más encantadores y exuberantes de los
conciertos.
El carácter del concierto queda inmediatamente establecido por el tema principal de tipo marcha. Esta
melodía es una de varias, pero domina el movimiento y por eso minimiza la sensación de conflicto en
tre los temas. También está ausente la confrontación dramática entre el instrumento solista y la orques
ta, que es una fuente de tensión en el K. 466 y otros conciertos de Mozart. Aquí el piano funciona a menudo como acompañamiento de la orquesta y los interludios del solo tienden a ser breves y recataa
dos: hay poco virtuosismo manifiesto. El movimiento es cortés y elegantemente pulido, el compendio
de lo clásico y un éxito seguro ante los oyentes vieneses, que deseaban ser entretenidos más que desa
fiados en la sala de conciertos.
El segundo movimiento es tan gracioso como el primero. Es ostensiblemente el movimiento lento,y su tiempo marca allegretto. Nuevamente hay poco conflicto que perturbe el flujo suave de la música. El conflicto aparece por último en el final: no una confrontación apasionada, pero lo suficientemente dramática como para hacer de este movimiento el centro emocional del concierto. El conflicto no es tanto entre el piano y la orquesta, ni particularmente entre las áreas tonales, sino verdaderamente en
tre los tipos de música. Este allegro comienza con una melodía inocente en diálogo entre el piano y los vientos. Súbita e inesperadamente, esta simple melodía es remplazada por un contrapunto cuidado
samente elaborado y casi académico en las cuerdas y los vientos ¿De dónde proviene esta Músic?No
tiene precedentes ni preparación. El primer tema despreocupado regresa como si nada hubiera ocurri
do, pero no podemos olvidar la incongruente interrupción. El resto del movimiento lleva a cabo la re
conciliación de estos dos impulsos muy diferentes. Los dos temas empiezan a invadirse entre sí y, a pesar de una elaboración compleja y casi de tipo fuga del impulso contrapuntístico, los dos registros finalmente se reúnen. Después de la cadenza, el cierre breve está consagrado al feliz tema principal, que ahora ya no está amenazado por la seriedad del contrapunto imitativo. Una obra que comienza sin conflicto termina recuperando su inocencia.
De mi libro "Invitación al la Música" de Jonathan Kramer. Foto subida de Internet.
- Mozart
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