LA MÚSICA Y SU MUNDO

lunes, 30 de noviembre de 2020

Sinfonía Número 4 en La menor,Op 63 de Jean Sibelius

                                                   Sinfonía Número 4 en La menor, Op 63  

La Sinfonía fue compuesta entre el mes de enero de 1910 y el 2 de abril de 1911, en Helsinki. Revisó la obra algunas semanas después, terminando la versión definitiva el 20 de mayo. 
Poco antes de trabajar en la Cuarta Sinfonía, Sibelius garabateó en su diario: "¿Un cambio de estilo?" Alrededor de 1907 había dejado atrás el romanticismo de sus dos primeras sinfonías y se había embar cado en un periodo de experimentación. Buscaba una modalidad de expresión personal apropiada. En parte, su nuevo estilo puede haber sido resultado de una enfermedad grave. La Cuarta Sinfonía no traza el curso de su enfermedad; la música no tiene aspiraciones de programa similares a las de la Segunda Sinfonía de Schumann o las del Cuarteto para Cuerdas en La menor de Beethoven, obras inspiradas por la recuperación de la salud. Sibelius no basó las connotaciones sobre su enfermedad, ni consciente ni in conscientemente. La relación entre la música y su salud en realidad fue más específica. 
El compositor padecía de cáncer de garganta. Después de ser sometido a una operación quirúrgica para extraer el tumor, se le ordenó que dejara de fumar y beber, a lo que se había dedicado en exceso. Se vio obligado a afrontar el temor a morir sin ayuda de los estimulantes artificiales a los que estaba acostum brado su cuerpo. Anteriormente, sus cigarros y el vino le habían ayudado a concentrarse en el trabajo. Ahora distraído por el temor a la muerte e imposibilitado de encontrar solaz en el tabaco o la bebida, le resultaba difícil  concentrarse. Sus hábitos de trabajo cambiaron igual que la música que resultaba. 
"¡Deja de preocuparte y dedícate a trabajar!", escribió en su diario. Tal vez vivirás muchos años todavía."
"En realidad, todavía le quedaban otros 50 años de vida, sin la "ayuda" del tabaco o el alcohol. Le con fió a su diario lo que no reconocía ante persona alguna: estaba sufriendo los síntomas de la abstinencia. "He estado en el infierno. Es difícil aprender a trabajar sin estímulo. Pero es imprescindible."
Durante los 15 meses trabajó en la sinfonía, repetidas veces registró la angustia que sentía por no poder concentrarse. Es plausible que el carácter fragmentario de la sinfonía sea por lo menos resultado indirec to de su estado mental. El 16 de agosto de 1910  escribió:"¿Cuándo lograré terminar este desarrollo, concentrar mi mente y reunir las fuerzas para llevar todo adelante? Me las arreglaba cuando tenía los  cigarros y el vino, pero ahora tengo que encontrar otras formas."
Con demasiada facilidad se distraía de su trabajo con otros proyectos. Varias veces permitió que gran des interrupciones interfirieran  con su tarea de composición. A principios de 1910 estaba tan sumido en preocupaciones de tipo financiero que era incapaz de trabajar. En mayo se tomó tiempo para escribir un conjunto de canciones. A fines de septiembre viajó a Christiana y Berlín para dirigir conciertos de sus obras. En noviembre aceptó escribir una canción orquestal para la inminente gira por Alemania de la cantante Aino Ackté. Después de que se diera amplia publicidad a esta nueva pieza, después de pasar va rias semanas trabajando en ella, y después de haberse tomado tiempo para otra gira de conciertos, Sibelius se dio cuenta de que no lograría terminarla a tiempo. Se retiró del proyecto provocando el dis gusto del promotor, su propia angustia y la ira de la cantante. 
Al enterarse de la noticia, Ackté escribió: "Señor Sibelius. No estoy acostumbrada a que se me convier ta en el hazmerreir de la gente. Hubiera sido mucho más honesto si desde un principio me hubiera mani festado que no le atraía la idea de los conciertos de Sibelius en el extranjero. Me hubiera usted ahorrado una gran cantidad de inconvenientes... y me hubiera evitado esta situación ridícula y embarazosa."
Sibelius asumió una actitud tan de prima donna como Ackté. No respondió a su carta pero a cambio le escribió a  un amigo: "Dejo a la diva Ackté para que se ahogue en su propia publicidad." El compositor posteriormente se indignó al leer en la prensa que él acababa de dar fin a un gran poema sinfónico para voz y orquesta, que en la opinión de los expertos era técnicamente notable por su manejo de la orques
ta, además de ser una pieza extraordinariamente efectista. "Sibelius seguía incapacitado para trabajar in
tensamente en la sinfonía.
Escribió en su diario:"¿Es que realmente no logro concentrar mis facultades? Lo considero un imperati
vo absoluto. ¿Pero como conseguirlo? Pero, mi amigo, consuélate con el hecho de que debes trabajar a tu propia manera. Los resultados serían dos veces mejores si trabajaras con métodos más racionales."
No hay nada tan poderoso como una fecha límite para poner en funcionamiento a un compositor. Como el estreno de la nueva sinfonía estaba programado para el 3 de abril de 1911, Sibelius se las arregló para
terminarla y hacerla copiar-¡el 2 de abril!
Él mismo dirigió la premier, como parte de un concierto dedicado exclusivamente a su música. Guardó la sinfonía para la segunda mitad del programa, después de varios de sus poemas sinfónicos populares. Una vez que cesaron los acordes finales, sólo hubo silencio. Los oyentes habían comprendido tan poco la música que no sabían que la pieza había terminado. Finalmente hubo algunos aplausos: los confundi
dos admiradores de Sibelius eran demasiado corteses como para silbar o abuchear. Pero el compositor sabía que el entusiasmo no era auténtico. Tiempo más tarde su esposa recordaba:" La gente evitaba mi
rarnos de frente, movía la cabeza; las sonrisas eran vergonzosas, furtivas o irónicas. No fueron muchos los que se acercaron al camarín para presentar sus respetos."
La prensa estaba tan desconcertada como el público. Un crítico simpatizante del compositor trató de ex
plicar la pieza dando un programa detallado, intentando demostrar la forma en la que la sinfonía descri
be una escena montañesa. Sibelius se sintió horrorizado. Aunque en realidad la sinfonía había sido con
cebida originariamente entre las instituciones montañas  de Finlandia, el compositor había tratado de distanciarse de la que consideraba música pictórica, pasada de moda. Había buscado un estilo nuevo, abstracto, y sin embargo se le estaba interpretando en los términos más concretos. Había buscado un sentido universal, y un crítico muy leído por el público estaba tratando de asignarle a la pieza un signi
ficado muy específico. 
Otro crítico respondió, desde otro periodo, que la verdadera importancia de la sinfonía residía tanto en su reacción contra la experimentación musical vigente en Alemania  y Francia y, al mismo tiempo, en su distancia con respecto al pasado. El compositor estaba completamente de acuerdo con esta actitud. El crítico consideró la sinfonía" como una pronunciada protesta contra la tendencia general de la músi
ca moderna...Hoy en día se componen sinfonías de automóviles y óperas con sonoridades ensordecedo ras, obras que exigen un aparato que comprende a mil intérpretes, todo ello sin más objetivo que el de
sorprender al oyente con lo que es nuevo y foráneo... (La Cuarta es) la más moderna de lo moderno , y en términos de contrapunto y armonía, la obra más audaz que se haya escrito hasta la fecha."
El mismo Sibelius expresó sentimientos similares cuando llamó a la sinfonía "una protesta contra la mú
sica de hoy en día. No tiene nada, absolutamente nada de circo. "¿Contra que música de hoy en día esta
ba reaccionando Sibelius? El modernismo todavía no irrumpía en la escena musical. Las Cinco Piezas para Orquesta de Schoemberg, por ejemplo, todavía no habían sido escuchadas; su aun más revoluciona
rio Pierrot Lunaire todavía no había sido compuesto. El desconocido Webern apenas estaba empezando a explorar un estilo aforístico, y su igualmente desconocido amigo Berg estaba componiendo sus prime
ros experimentos con la atonalidad. Las piezas más revolucionarias de Stravinsky todavía quedaban en el futuro. Su Pájaro de Fuego fue estrenado mientras Sibelius trabajaba en la Cuarta Sinfonía, pero el compositor finlandés probablemente no la había oído. La música "moderna" contra la que reaccionaban eran las creaciones opulentas del romanticismo tardío como la gigantesca Octava Sinfonía de Mahler y los poemas sinfónicos y las óperas de Schoemberg, Berg, Webern y Stravinsky. La Cuarta Sinfonía es tan asombrosa en su originalidad como las obras de estos compositores del mismo periodo. Fue el desa
rrollo posterior lo que encasilló a Sibelius en el papel  de conservador. La Cuarta Sinfonía es en su ma
nifestación más audaz, su concepción más extrema y más moderna, mientras que las obras de 1910 de estos otros compositores son meros pasos a lo largo de un camino que los condujo, en el plazo de unos pocos años, a una masiva redefinición de la música. 
La Cuarta Sinfonía comparte con la música moderna su preocupación por la economía. Un intervalo-
especialmente inestable-domina la sinfonía. Es el tritono, así llamado porque comprende tres grados de la escala. El tritono es inestable porque es el único intervalo que es igual estando invertido o no. Impreg
na la sinfonía, a veces aislado y a veces, como en el tema principal del scherzo, incorporado dentro de una línea melódica. 
El primer movimiento es fragmentario. Jirones de música van y vienen con apenas una insinuación oca
sional de una verdadera melodía. La música sugiere más de lo que manifiesta. Es como una sombra de una música más corpulenta, como un fantasma de la opulencia romántica pasada. Es desencarnada, flo
tante, etérea inconexa: una pieza absolutamente única. En parte, el sentimiento es creado por un vago sentido de la tonalidad. Esta no es música atonal, pero la indicación de la carátula "en La menor" es más una referencia pasajera que un principio organizativo. 
El primer movimiento parece flotar no sólo debido a su tonalidad nebulosa, sino también porque oculta continuamente el ritmo. De este modo, cuando el segundo movimiento ofrece una melodía real, con un pulso verdadero, el efecto es como si uno fuera traído de regreso a la tierra después de un viaje a otro mundo. Este scherzo rítmico no es ni remotamente tan abstracto como el movimiento de apertura. Hay un tema real, y un tema contrastante tan real como aquel, y efectivamente tiene el carácter de un scher
zo, pero no conforman un scherzo normal con trío. El movimiento parece evaporarse en medio de la corriente. 
El movimiento lento fragmentado es casi tan nebuloso como el primero, aunque ligeramente más meló
dico. Su forma es tan enigmática como la del segundo movimiento. 
El tiempo rápido del final podría sugerir mayor rentabilidad en un principio, pero esta es ilusoria. Este movimiento caleidoscópico contiene muchos contrastes. El color orquestal está enriquecido con el agre
gado de un Glonskenspiel, que se destaca a menudo. Como en el primer movimiento, las síncopas fre
cuentemente ocultan el ritmo. 
El final es extraordinario. La música llega convincentemente a La mayor y la pieza termina como si simplemente se detuviera. Pero los últimos sonidos no son fuertes ni suaves. Están marcado inf-mezzo
forte, medianamente fuerte. ¡Con razón el público no se dio cuenta de que la pieza había terminado! Es
te final extraño no es un mero detalle o idiosincrasia. Posiblemente la Cuarta Sinfonía es la única or
questal bien conocida que no se apaga suavemente ni se agranda para llegar a un cierre triunfal. El cie
rre inf, sin precedentes, es sintomático de la visión absolutamente única de esta muy inusual sinfonía. 
El compositor caracterizó su Cuarta como "una sinfonía psicológica". Mientras trabajaba en ella, anotó en su diario: Una sinfonía no es sencillamente una composición en el sentido corriente de la palabra; es más una confesión interior en una etapa determinada de la vida de uno. Si la Cuarta constituye un verda
dero atisbo del ser interior de Sibelius, este debe haber sido una persona muy especial. Foto subida de Internet. 
De mi libro "Invitación a la Música" de Jonathan Kramer. 





                                                                             
                                       Sinfonía Número 4 en La menor,Op 63 de Jean Sibelius   






                        


                                                                               
                                                                               Jean Sibelius
















viernes, 20 de noviembre de 2020

La mano que mece la cuna de Graeme Revell

                                                                  La mano que mece la cuna

Película recomendada a los amantes de este género . Es super buena. Lo que más me gusta es la frase "La mano que mece la cuna es la mano que domina el mundo". No os la perdáis.  
La historia trata sobre una Payton Flanders que tras la muerte de su hijo y tras arruinarse la carrera de su marido, ésta desea vengarse de Claire Bartel, tras acusarla de ser serla culpable de todas estas desgra
cias. Y su objetivo lo consigue cuando es aceptada como niñera. Fotos subidas de Internet. 
Protagonistas
Rebeca de Mornay: Peyton Flanders/ Sra Mott
Julianne Moore: Marlene Craven
Anabella Sciorra: Claire Bartel
Matt McCoy: Michael Bartel
Graeme Revell
Compositor neozelandés de música electrónica basada en el ordenador. También utiliza instrumentos musicales clásicos y es arreglista de otras obras musicales. Además de haber compuesto la banda sono
ra de esta película, también ha compuesto para películas, Televisión y video. 
Películas
"Calma Total", "El cuervo", "Días extraños","Abierto al amanecer", "El negociador", "Planeta Rojo"," y "Lara Croft", entre otras. 
Televisión 
"El diario de Ana Frank", "CSI Miami","Leyends", "Dark Blue" o "The River".



                                                    Banda sonora de La mano que mece la cuna




                                                                                      

                                                                             

                                                                        Graeme Revell





  •                                      
  •                                                                La mano que mece la cuna




       







      martes, 10 de noviembre de 2020

      Sinfonía Número 2 en Re mayor, Op 43 de Jean Sibelius

                                                      Sinfonía Número 2 en Re mayor, Op 43

       La Segunda Sinfonía fue compuesta en Rapallo, Italia, en 1901. Fue estrenada en Helsinki, el 8 de marzo de 1902, en un concierto exclusivamente dedicado a la música de Sibelius, dirigido por el compositor. 
      Generalmente Sibelius está considerado como conservador entre los compositores de principios del siglo XX. Es fácil comprender por qué se hizo acreedor de este rótulo, si comparamos su Segunda Sinfonía con algunas de las obras musicales de sus contemporáneos más abiertamente revolucionarios. NO encontramos experimentos en materia de disonancia como los de Schoenberg, una comprensión extrema como la creada por Webern, los collages de asociaciones libres que se hayan en muchas obras de Ives o experimentos en ritmos desiguales como los de Stravinsky en La Consagración de la Primavera.
      Pero si comparamos la Segunda Sinfonía de Sibelius, de 1901, con la música escrita aproximadamente en esa misma época por esos mismos compositores, surge un cuadro totalmente distinto. Los procedi mientos formales audazmente nuevos de Sibelius no tienen igual en la Verkläte Nacht de Schoenberg, de 1899, en las obras tonales juveniles de la Primera Sinfonía Schumannesca de 1898, ni en la tradicio nal y académica Sinfonía en Mi bemol de Stravinsky, de 1907. 
      Fueron los caminos que tomaron más tarde estos compositores los que hacen que Sibelius parezca conservador, por comparación. La diferencia entre estos autores denominados radicales y Sibelius es la diferencia que existe entre la novedad y la originalidad. Las obras del compositor finlandés no son menos originales que las de los compositores que labraron el novedoso lenguaje musical del siglo XX. La música de Sibelius no abandona en ningún momento la tonalidad, pero constituye una sólida prueba de que se guía siendo posible decir cosas asombrosamente originales en el viejo idioma. 
      Resulta interesante comparar la Segunda Sinfonía con la música de otro "revolucionario" del siglo XX: Bartók, el único modernista cuya música Sibelius respetaba. Los sonidos superficiales de los dos compositores son muy distintos, no obstante, lo cual existen paralelismos. Ambos compositores parecen poco dispuestos (¿o incapaces?) de escribir líneas melódicas extensas. Ofrecen al oyente fragmentos, posiblemente unidos entre sí, pero que siguen sonando como unidades individuales. Además, ambos eran nacionalisas. No hay que sorprenderse de que la música de Bartók  suene húngara, puesto que el autor buscó un estilo nacional basado en las canciones folclóricas. Sibelius por otra parte raramente cita melodías folclóricas verdaderas, si es que llega a hacerlo, pero estaba tan profundamente preocupado por la identidad cultural de su musica como lo estaba Bartók. Su música oscura, meditativa, suena distintivamente finlandesa. Se ha sugerido que los sonidos nacionalistas de cierta música provienen de los patrones de sonido y ritmo del idioma materno del compositor. Posiblemente no sea mera coinci dencia que Bartók y Sibelius compartan un estilo fragmentado y que los idiomas húngaro y finlandés estén relacionados desde el punto de vista lingüístico. 
      En el estilo de Sibelius, la fragmentación es la frente de sus procedimientos formales originales. Una vez escribió: "Es como si el Todopoderoso hubiera arrojado trozaos de un mosaico del piso del Cielo y 
      me hubiera pedido que los armara." El primer movimiento de la Segunda Sinfonía constituye un ejem
      plo excelente de ello. Aunque tonalmente sea una forma de sonata, este movimiento tiene una lógica es
      tructural adicional. Comienza no con la exposición normal de las melodías completas en sí mismas sino
      más bien con una serie de fragmentos aparentemente no relacionados, jirones de melodía, meras insi
      nuaciones de temas. En general estas unidades se basan en notas repetidas o en un único tono sostenido, y a menudo contienen una repetición interna. Este afecto unívoco es extraño, tal vez desestabilizador, pero resulta intrigante. Anticipamos y esperamos una eventual continuidad. A medida que avanza el mo
      vimiento, algunos de los fragmentos se manifiestan como más importantes, puesto que se los escucha con más frecuencia. Tradicionalmente una sección de desarrollo desmenuza los temas largos, reducién
      dolos a sus componentes. Aquí los temas ya están fragmentado, de manera que Sibelius comienza a am
      pliar y unir las piezas. Finalmente se integran y se logra la continuidad. En cierto sentido, este proceso es el opuesto al desarrollo sinfónico tradicional. 
      El movimiento lento emplea también el proceso de fragmentación. Abre con una línea larga que no es melodía, sino  más bien un acompañamiento . Cuando finalmente entra la melodía verdadera, en el fagot, resulta ser una serie de fragmentos. El lirismo real empieza a afirmarse pero los motivos indivi
      duales socavan sus intentos de lograr la continuidad.
      EL Scherzo crece a partir de un fragmento de la mayor simplicidad, un Si bemol repetido, seguido por un giro alrededor de esa nota. Cuando llega la sección del trío, esta simplicidad es llevad al extremo. En vez de al rica exposición melódica que podríamos esperar en un tercer movimiento normal, oímos una nota-otra vez el Si bemol- repetida nueve veces(en el oboe). La obsesión de los fragmentos por la repeti
      ción o vuelta a la misma nota recuerda la unívoca singularidad del primer movimiento. 
      El Scherzo se enlaza directamente con el final, no por transición ni por la eliminación de la pausa entre los movimientos sino minando el retorno  final del material del scherzo. La apertura solemne del final entra imperceptiblemente, pero luego crece en su impulso, de manera que el material del trío ya no es capaz de soportar el movimiento que se avecina. El tercer movimiento en realidad no termina en ningún momento, sino que es sustituido por el final.
      El último movimiento contiene un enorme crescendo hasta llegar a un clímax gigantesco. Este procedi
      miento requiere continuidad; por fin la sinfonía alcanza una línea melódica flui9da. Pero incluso esta melodía está compuesta por una serie de fragmentos que se repiten, unidos entre sí. El lenguaje de la fragmentación está tan completamente integrado en la sinfonía que no se lo puede eliminar, incluso por esta continua acumulación de intensidad. 
      La Segunda Sinfonía marca el final del primer periodo romántico de Sibelius, durante el cual el compo
      sitor sintió la fuerte influencia de Tchaikovsky. Sus procedimientos formales, basados en la fragmenta
      ción y la recombinación, encuentran su primera manifestación madura en esta sinfonía. Sibelius siguió explorando el potencial expresivo de la fragmentación en obras posteriores, aun después de haber aban
      donado la estética romántica. Su elección del uso de la tonalidad, su preferencia por la métrica regular en vez de la métrica cambiante, su permanente exploración de la lógica en vez del collage- son innega
      bles aspectos de su conservadurismo. No obstante, durante el cuarto de siglo siguiente, antes de que mis teriosamente dejara de componer, treinta años antes de su muerte, creó un cuerpo musical de singular originalidad. Es irónico que tanto la gran popularidad de que gozó durante la década de 1940, como el olvido que sufrió en la década del 60, hayan retrasado la cabal apreciación del genio singular de Sibe
      lius. Ahora que sus composiciones están de vuelta en la salas de concierto con cierta frecuencia, pode
      mos oír sin prejuicios sus cualidades especiales y únicas. Foto subida de Internet. 
      De mi libro "Invitación a la  Música" de Jonathan Kramer. 



                                                                                  



                                                                          


                                                           Sinfonía Número 2 en Re mayor, Op 43  

                                                    


                                               



                                                                                     
                                                                                    Jean Sibelius






































       

      Concierto en Re menor para Violín y Orquesta, Opus 47 de Jean Sibelius

                                                Concierto en Re menor para Violín y Orquesta, Opus 47

      El Concierto para Violín fue compuesto en 1903. Sibelius dirigió su estreno con el violinista Viktor No vacek, en Helsinki, el 8 de febrero de 1904. La versión fue revisada en Berlín por el violinista Karl Halir y Richard Strauss como director, el 19 de octubre de 1905.
      No es ninguna sorpresa que Sibelius haya compuesto varias obras para el violín ya que de joven aspira
      ba a convertirse en violinista. Hasta llegó a tocar el primer movimiento del Concierto de Mendelssohn
      mientras estudiaba en Viena. "Mi tragedia era que deseaba ser un violinista famoso a cualquier precio. Desde la edad de 15 años toqué el violín durante diez años, prácticamente de la mañana a la noche. Odiaba la pluma y la tinta, y, desafortunadamente, prefería el elegante arco de mi violín. Mi predilec
      ción por el violín duró bastante tiempo, y fue un despertar muy doloroso cuando tuve que reconocer que había empezado demasiado tarde para las exigencias de la carrera de un violinista eminente."
      Entre la composición de sus sinfonías Segunda y Tercera, Sibelius escribió su Concierto para Violín pa
      ra William Burmester, que había sido primer violín de la Orquesta Kajanus. Sin embargo, Burmester se retrasaba en interpretar la obra y entonces Sibelius arregló una ejecución a cargo de Viktor Novacek. Novacek, que era menos dotado que  Burmester, no estaba exactamente a la altura de los pasajes ende
      moniadamenete difíciles compuestos teniendo en mente a un gran virtuoso. 
      El crítico Karl Theodor Flodin, admirador de mucho tiempo de Sibelius, comentó la nueva obra.
      Está claro que el compositor no quiso escribir uno de esos conciertos para violín que en realidad no son más que obras orquestales con una parte de solo obligato. Conoce la suerte que corren estos conciertos modernos- se los toca una vez y se los deja de lado-...De modo que optó por la otra alternativa- permi
      tir que el solista sea soberano durante todo el tiempo, con una exhibición de las tradicionales pompas y circunstancias. Pero aquí choca con la sólida masa de todo lo dicho antes, escrito antes y compuesto an
      tes. Es imposible salir con algo verdaderamente nuevo. Yes en ese escollo oculto donde ha encallado la nave.
      El compositor se tomó muy a pecho esta crítica y reescribió el concierto; dio mayor importancia a la or
      questa. La nueva versión fue dedicada a un joven violinista húngaro, Franz von Vecsey.
      Fue otro solista que estrenó el concierto revisado. Karl Halir, integrante del Cuarteto Joachim, tocó la obra en Berlín bajo la batuta de Richard Strauss. Sibelius se sintió halagado por el hecho de que el fa
      moso compositor demostrara interés por su obra, y apreció el cuidado con que ensayaba Strauss. "Co
      mo ejemplo de lo extraordinariamente concienzudo que es Strauss en la interpretación de las obras de otros compositores contemporáneos ", escribió Sibelius , "se debe mencionar que realizó tres ensayos solamente con la orquesta para practicar el acompañamiento. Pero el Concierto para Violín lo necesi
      ta."Se dice que muchos años más tarde Strauss comentó:
      "Yo sé más de música que Sibelius, pero él es mejor compositor." 
      En una ocasión Sibelius aconsejó a un alumno: "Le prevengo contra los largos preludios e interludios. Y esta advertencia se refiere especialmente a los Conciertos para violín.¡ Piense en  el pobre público!"
      En efecto, el violín entra después de menos de cuatro compases de oscilaciones de las cuerdas. Ejecuta una prolongada línea rapsódica, el primero de tres temas. En este movimiento no hay una sección de de
      sarrollo formal, puesto que cada uno de los temas está cuidadosamente desarrollado en su Primera expo
      sición.
      El adagio abre con dúos de vientos. El violín entra con una línea lírica en el registro bajo. Después de un interludio orquestal, el instrumento solista interpreta un complejo contrapunto a dos voces, en el que las dos partes tienen ritmos muy diferentes- una verdadera prueba para el profesionalismo y la técnica musical del solista.
      Las síncopas de nota repetida del segundo movimiento se transforman en el ritmo largo- corto del fi
      nal( los timbales contradicen constantemente, con el ritmo corto-corto-largo).  Como en el primer mo
      vimiento, las cuerdas comienzan su repetitiva figura de acompañamiento, solas durante algunos com
      pases, antes de que el violín solista, entre con el tema principal. La vitalidad rítmica del segundo tema está realizada por una interrelación constante entre los tiempos de 6/8 y 3/4. En la recapitulación, toda la orquesta toca una excitante transformación de la apertura. Este deslumbrante concierto concluye con carrerillas virtuosas en el violín solista. Foto subida de Internet. 
      De mi libro "Invitación a la Música" de Jonathan Kramer.   




                                                                                      


                                                                            



                                             Concierto en Re menor para Violín y Orquesta, Opus 47  




                                                                                       



      •                                                                                  

                                                                                 Jean Sibelius